Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

¿Agrupémonos todos?

Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno
Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno
J.P. Gandul / EFE
Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno

Sabemos que nadie es de cuproníquel, inatacable por los ácidos, ni inmune a los agentes de la erosión. Ese principio, de saturación, podría explicar la carta de Pedro I el doliente a la ciudadanía donde adelanta por sorpresa la suspensión de su agenda hasta el lunes atendiendo a sus necesidades inaplazables de parar y reflexionar sobre si seguirá o declinará los altos honores de la presidencia del gobierno tras sufrir como enamorado la puesta en cuestión de su pareja citada en un juzgado de Madrid. 

Pero también cabe entenderla como un intento temerario de utilizar el factor sorpresa buscando disipar así las sospechas que le iban cercando cada vez más, disfrazándose de víctima de la derecha y de la ultraderecha de la nada y el fango. Lástima grande que la querella contra Begoña Gómez haya sido interpuesta por las gentes de Manos Limpias con bien ganada fama de indeseables, aunque tengan en su haber otras querellas tan meritorias en algunos círculos como las que afectaron a la Infanta Cristina, Iñaki Urdangarin o Rodrigo Rato sin que en su día nadie las objetara pese a su procedencia.

Enseguida interesa examinar el desarrollo de la sesión de control del miércoles 24 en el pleno del Congreso de los Diputados porque ni la primera pregunta formulada por Alberto Núñez Feijó, presidente del PP, que se ciñó a los resultados de las elecciones autonómicas en el País Vasco; ni la segunda, a cargo de Santiago Abascal líder de Vox, dedicada a la inmigración ilegal, presentaron punto de tangencia alguno con la situación procesal de Begoña Gómez, esposa del presidente Sánchez. 

Hubo que esperar a la tercera para que fuera su socio de investidura y de legislatura Gabriel Rufián, portavoz del grupo de Esquerra Republicana de Cataluña, quien diera estado parlamentario a la cuestión que impregnaba el hemiciclo al inquirir del presidente del Gobierno si aún creía en la justicia. La respuesta de un Sánchez muy afectado fue para confirmar por dos veces que pese a las noticias de esa mañana seguía creyendo en la justicia de nuestro país.

Nadie dijo que el oficio de la política sirva para granjearse el reconocimiento y la gratitud de la ciudadanía, pero como describe Hans Magnus Enzensberger en uno de sus ensayos reunidos en Zigzag, tal vez ya sea hora de que dejemos de insultar a los políticos y empecemos a compadecerlos. Nuestro autor se refiere a la necesidad permanente que tiene el político de hacerse publicidad que es posiblemente la situación más embarazosa a que pueda exponerse una persona, además el político profesional no puede evitar que le humillen continuamente, incluso en sus propias filas y está sometido a otro ejercicio de penitencia: la total pérdida de su soberanía temporal, de modo que “desde esta típica perspectiva cualquier mendigo goza de una libertad incomparablemente mayor”. Y es precisamente este encapsulamiento el que provoca en él la típica pérdida de realidad.

La situación creada por la carta de Pedro Sánchez puede tener algunas analogías, pero presenta notables diferencias con la dimisión que el 29 de enero de 1981 el presidente del Gobierno Adolfo Suárez presentó al Rey después de reunir al Consejo de Ministros y antes de dirigirse por TVE a toda la nación. Recordemos que había llegado un momento en el que Adolfo Suárez era visto por sus adversarios socialistas como imbatible, según quedó de manifiesto cuando el 28 de mayo de 1980 los socialistas de Felipe González presentaron su moción de censura, bajo la obsesión de romper el póster de su rival, impulsor de la Constitución que había permitido transitar de la dictadura a la democracia. 

El PSOE, consideraba entonces que para competir con el centro derecha era más ventajoso que el cabeza de cartel fuera otro, además de que la UCD se había adelantado a fraccionarse para dar más facilidades a la alternativa electoral de centro izquierda. 

Volviendo al momento presente, de aquí al lunes, los himnos que se vayan entonando irán descifrando si desde Moncloa se recurrirá al agrupémonos todos contra la derecha y ultraderecha o si se emprenderá una retirada con orden. Veremos.

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