Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

El Tramvia Blau

Una imagen de archivo del Tramvia Blau.
Una imagen de archivo del Tramvia Blau.
AYUNTAMIENTO DE BARCELONA
Una imagen de archivo del Tramvia Blau.

Hace casi ciento cincuenta años que el tranvía, como medio de transporte urbano, está omnipresente en la historia de la ciudad de Barcelona. Lo estuvo en las luchas obreras de 1919 -las de La Canadenca- que arrancaron del conde de Romanones el decreto que estableció la jornada laboral de las ocho horas; lo estuvo también en plena dictadura franquista con la mítica huelga de tranvías de 1951 y la de 1957. 

Tras vicisitudes varias e ingentes debates, el tranvía ha regresado a las calles de la metrópoli y el alcalde Jaume Collboni acaba de anunciar la unión del trazado por la avenida Diagonal. Nada que objetar al respecto, pero quizás sí plantear que una urbe moderna, como Barcelona, debe combinar con sabiduría pasado y presente, tradición y modernidad.

Recuperar lo genuino y emblemático es importante, nos hace como ciudad singulares, diferentes y atractivos. La iniciativa vecinal de rescatar el centenario Tramvia Blau camino del Tibidabo pone en valor el rico patrimonio modernista, arquitectónico y paisajístico de la capital catalana. 

Si Lisboa presume de un tranvía amarillo que serpentea cuesta arriba hasta el barrio de la Alfama, por qué no recuperar en Barcelona el trayecto del ‘Blau’. Permítanme un inocente juego de palabras. Si Tennessennee Willians y Elia Kazan nos hicieron vibrar con la película ‘Un Tranvía llamado Deseo’, ¿por qué el consistorio no agiliza los trámites para satisfacer ‘el deseo’ de muchos barceloneses empeñados en recuperar este icono de la ciudad condal?

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