Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Es una boda, solo eso

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, besa a su mujer, Teresa Urquijo, al salir de su boda.
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, besa a su mujer, Teresa Urquijo, al salir de su boda.
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El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, besa a su mujer, Teresa Urquijo, al salir de su boda.

Hace muchos años que decidí y aprendí a no juzgar la felicidad de nadie. Aprendí que, lo que quizás para mí era lo más alejado del concepto que podía tener de ser feliz, para otro podía ser exactamente todo lo que había soñado. Aprendí a aceptar otras formas de vivir la vida, el amor, la familia… Sin tener que imponer un patrón exacto, un marco muy definido de lo que tenía que ser catalogado como "ser una persona feliz" y lo que no. Entre otras cosas porque quienes se empeñaban en marcarme en ese momento el camino por el que yo tenía que caminar para lograr esa quimera, luego me demostraron que se habían equivocado. Pero ese es otro tema.

Hace tiempo que sí, que aprendí a que aquellas personas que no tenían nada que ver conmigo, que estaban alejadísimas de mi forma de ver la vida, si hacían feliz a alguien a quien yo quiero o aprecio, podía alegrarme por ellos. Podía alegrarme por esa pareja, por esa persona que se sentía plenamente feliz haciendo o prometiéndose a alguien con quien yo jamás compartiría ni un café. Si esa persona la quería bien, la respetaba, la cuidaba, yo me alegraría siempre.

Lo que he visto y leído estos días sobre la boda de Almeida me ha parecido muy bochornoso. Mucho. Criticar a una pareja que está viviendo un momento especial, su boda, la primera para ambos, es ser muy cruel. Criticar cómo bailan, cómo se besan, cómo salen, qué vestido lleva ella, cómo van las hermanas del novio, los invitados, es tener muy poco tacto. O ninguno. Ha habido críticas descarnadas. De gente que, ¡oh, casualidad!, siempre ha pedido respeto por otras formas de entender el amor, la familia o las relaciones.

Cada uno celebra la vida como quiere. Y afortunado o afortunada por celebrar la vida, por tener la oportunidad de reunir a mucha gente en un día que para esa persona es muy especial. Y me da igual que sea una boda, un cumpleaños, un aniversario de algo… Hay tan pocas ocasiones para celebrar, tan pocas, que cuando se dan, me alegro por esa persona. Tengo amigas que celebran sus cumpleaños por todo lo alto, especialmente si hay una cifra redonda. Tengo amigas a las que les espantan esas celebraciones multitudinarias, ser el centro de atención, reunir a mucha gente el mismo día con la que apenas vas a poder hablar. Yo soy de estas, lo confieso y, últimamente, en las últimas semanas, me he arrepentido un poco de no celebrar más con más gente que me quiere todo lo bueno que pasa en la vida.

Así que seamos un poco más respetuosos con los demás, con quienes deciden celebrar el amor con una ceremonia clásica o no, con una ceremonia religiosa o no, con un gran banquete o con una comida entre amigos en un bar. Cada uno celebra como quiere y los demás solo somos testigos. Nadie nos ha pedido opinión. Así que, por favor, dejemos que cada uno sea feliz, a su manera.

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