Las 'salas de reducción del daño' donde el Ayuntamiento dosifica el alcohol a los adictos

fotografo: Sergio García Carrasco [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Programa desintoxicación personas sin techo
Uno de los residentes del Centro de Acogida Puerta Abierta en la sala de reducción del daño.
Sergio García
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Pepe no podía vivir sin una lata de cerveza en el bolsillo, Cristina y Marga son víctimas de violencia de género. Los tres han vivido en la calle y son adictos al alcohol pero tienen algo más en común: participan en las salas de reducción del daño del Ayuntamiento de Madrid. En estos espacios, personas sin hogar que padecen dependencia del alcohol de larga evolución, pueden consumir pequeñas dosis bajo supervisión médica. 

Corre el año 2012 cuando en el Centro de Acogida de Baja Exigencia Puerta Abierta se pone en marcha la primera Sala de Reducción de Daños Asociados al Consumo de Alcohol en nuestro país y una de las primeras de Europa. Dicho de otra manera, es una sala de consumo de alcohol de baja graduación (cerveza o vino) controlado, siempre supervisado por un equipo médico. Los auxiliares se encargan de dispensar cada hora o media hora una dosis que suele ser de 160 ml, entre las 9.00h y las 13.00h y de 16.00h a 19.30h. A veces hay algunas tomas a las 22.30h para evitar posibles casos de abstinencia. Los vasos están marcados con dos líneas que indican la cantidad pautada por el especialista y el nombre del paciente, lo que les confiere la propiedad terapéutica. 

Pepe tiene 50 años y lleva 8 meses en este centro, antes estuvo un par de años viviendo en la calle, en la puerta de una parroquia, donde se vio "de un día para otro". Cuenta que ha rebajado la cantidad de alcohol que consume porque antes bebía mucha cerveza: "¿Cuánta? Ni se sabe los litros... me ponía a pedir en el metro, terminaba una lata, me sacaba 5 euros, me compraba más latas". Siempre tenía que tener una en el bolsillo. Ahora ya no. 

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Pepe con uno de los auxiliares que le administra las dosis.
Sergio García

Pedro Casas, educador social de Puerta Abierta explica que "aquellos que tienen prestación, sufragan la sala mensualmente" mientras que si valoran que alguien debería formar parte del programa pero no puede hacerse cargo, le subvencionan la bebida. Sostiene Pepe que "la salita hay que pagarla, pero merece la pena". Cristina paga "unos 40 euros al mes" por este servicio, mucho menos de lo que gastaba antes: "yo decía: los billetes cómo se van yendo...". Tiene 57 años y lleva dos años y medio en el centro. Estuvo un tiempo durmiendo en un césped después de sufrir violencia de género: "Estoy operada de la vejiga por la patada que me dio", recuerda. También sufrió maltrato Marga, lo que le llevó a dormir "en el Hospital 12 de Octubre, en la sala de urgencias". Ahora, con 61 años, lleva un año y cuatro meses en el centro, donde también, admite, ha disminuido la cantidad de alcohol que ingiere. 

En los periodos entre una toma y otra, el equipo de especialistas (auxiliares, psicólogos y educadores sociales), trata de que los residentes permanezcan en la sala haciendo otras actividades. Así, evitan que pasen tiempo en la calle. Juegan a las cartas, hacen pasatiempos, dibujan o participan en los talleres organizados por el centro. "Hablamos mucho, hemos hecho amigos", relatan con una sonrisa en la cara Marga y Cristina. El objetivo es, sobre todo, reducir las consecuencias del consumo abusivo de alcohol y que no vuelvan a consumir en la vía pública, más aún en el caso de las mujeres, que sufren una estigmatización mayor por ser mujer sin hogar y adicta. Este espacio favorece su seguridad y privacidad. 

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Cristina (I) y Marga (D) en la Sala de Reducción del Daño.
Sergio García

La media de edad del centro Puerta Abierta es entre 55 y 60 años. Viven "perfiles más deteriorados, con una situación sanitaria más grave, muchos con una importante dependencia y que están en el tránsito para poder acceder a la red que le corresponde", según cuenta María Ángeles García de Dionisio, jefa de sección del Departamento de Prevención del Sinhogarismo y Atención a las Personas Sin Hogar del Ayuntamiento de Madrid. Tienen además el apoyo de Ángel Luis Pinto, psicólogo del centro, que trabaja "en una fase muy concreta, con problemas muy cronificados. El alcohol lleva presente toda la vida en la persona y muchas veces ha sido causa de calle, consecuencia, y otras, las dos", explica. De hecho, ejemplifica: "muchos bebían entre 10 y 12 litros al día, aquí se pone un tope de consumo que suele ser de 2 litros a lo largo del día". 

Esta sala de consumo controlado tiene su origen "en las narcosalas que había antiguamente, donde los adictos podían drogarse en condiciones higiénicas adecuadas" también bajo supervisión profesional, cuenta María Ángeles. Con la puesta en marcha de estas salas se consigue mejorar el estado de salud, acercar los programas de tratamiento a los pacientes, disminuir el rechazo social y recuperar relaciones sociales, reducir el riesgo de caídas y accidentes y el ejercicio de la mendicidad y delincuencia y aminorar las conductas incívicas para favorecer una convivencia vecinal sin conflictos, entre otros. 

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Un usuario del Centro de Acogida Puerta Abierta en uno de los talleres de cocina.
Sergio García

En el año 2023 había 130 personas en Puerta Abierta. A la sala accedieron 19 hombres y 6 mujeres. La reducción en el consumo en los hombres se consiguió en un 85% y en mujeres en un 75%. Ellos acceden, de forma totalmente voluntaria, sin la intención de dejar de consumir o de una abstinencia total, aunque es el objetivo final...

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