Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Cordialidad portuguesa, 'com certeza'

Antonio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.
Antònio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.
EFE/JOSE SENA GOULAO
Antonio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.

Desde hace años algunos sentimos por Portugal envidia sana. Pese a tener un PIB algo inferior a España, su sistema educativo saca mejores notas, hay menos desigualdades sociales y el clima institucional es leal y respetuoso. Mientras aquí la política es un duelo a garrotazos, en el país vecino hay cordialidad entre los dos grandes partidos.

El socialista António Costa llegó al poder en 2015 gracias a una moción de censura con otras fuerzas más a la izquierda, algunas bastantes radicales. Sin embargo, la derecha supo hacer una oposición constructiva y arrimó el hombro durante la pandemia. Los aciertos en la gestión y el tono afable del líder socialista le valieron una histórica mayoría absoluta en 2022. Hace unos meses, un escándalo de corrupción, minúsculo y aún por dilucidar, llevó a Costa a dimitir. 

La derecha arrimó el hombro durante la pandemia y supo hacer una oposición constructiva en el país vecino

En España, un comportamiento tan ejemplar es inimaginable. Se convocaron nuevas elecciones, y el centroderecha (Alianza Democrática) se impuso por muy poco al Partido Socialista. La sorpresa fue el crecimiento de los ultras de la Chega. Pero el fin de las mayorías absolutas no ha llevado a una dinámica de bloques, y ahora es la izquierda moderada quien se muestra dispuesta a colaborar con el futuro primer ministro Luis Montenegro.

Portugal muestra que la confrontación no tiene por qué imponerse a la concordia. El diálogo como actitud siempre es mejor

Los paralelismos son a veces tramposos, pero Portugal muestra que la confrontación no tiene por qué imponerse a la concordia. El diálogo como actitud siempre es mejor. En el país vecino la derecha no pacta con la extrema derecha, prefiere gobernar con mayor fragilidad, mientras los socialistas no han sido nunca rehenes de otros extremos. Cierto que en Portugal los partidos regionalistas están prohibidos, y eso limita las tensiones territoriales. 

En España sería constitucionalmente imposible, socialmente inviable, pero tampoco justifica que toda la política nacional esté supeditada desde hace una década a lo que sucede en Cataluña. O ahora mismo a la espera de cómo quede la relación de Pedro Sánchez con sus socios independentistas tras las autonómicas del 12 de mayo, lo que ha impedido de entrada que se aprueben nuevos Presupuestos.

Cada país es diferente, y en España la política siempre ha tenido grandes dosis de crispación. Ahora bien, los que tenemos una edad recordamos que la rivalidad no estaba reñida con la cordialidad de fondo entre Adolfo Suárez y Felipe González, o entre Manuel Fraga y Santiago Carrillo. Se dirá que eran otros tiempos, pero objetivamente eran peores desde muchos puntos de vista, empezando por la economía. El franquismo no era un lejano espectro, como lo es ahora, y ETA existía y mataba. Hoy el panorama político es desolador y merece una censura general hacia todos, mientras sentimos envidia de la cordialidad portuguesa, com certeza.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento