Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

España no se ha roto, pero queda menos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el acto de homenaje al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero en Bilbao.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
EUROPA PRESS
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el acto de homenaje al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero en Bilbao.

Mañanita de niebla, tarde de paseo, reza el refrán. Para expresarlo en términos parlamentarios podría decirse mañanita de Pleno –con sesión de control incandescente en el Congreso de los Diputados–, tarde de recuento de víctimas a uno y otro lado del muro que escinde a los dos bloques palmeros del Gobierno o aplaudidores de la oposición.

Así fue la jornada de ayer miércoles, donde cada denuncia formulada por el Partido Popular contra el Gobierno y sus afines asimilables era replicada al instante por acusaciones aún más graves en sentido contrario, en una búsqueda implacable de alcanzar la equivalencia de estercoleros desde la acera de enfrente. Para los electores, a los que ningún interviniente de grupo alguno invoca ni desde la tribuna ni desde el escaño –en abierto contraste con la Cámara de los Comunes donde todos martillean justificándose ante my constituency (mis electores)–, el parloteo, como dirían los franceses, es asqueroso o mejor, para decirlo en castellano, dégoûtant.

Asombra que sus señorías aleguen las corrupciones que encuentran o imaginan en el adversario pepero de Génova como si ese hallazgo conllevara la absolución de aquellos abusos en que hubieran podido incurrir los que lucen su misma camiseta, ya sean compañeros, compañeras, compañeres de Ferraz. Frente a semejantes ingenuidades, otros aprendimos en el catecismo de la doctrina cristiana que todos los seres humanos nos encontramos en estado de naturaleza caída desde que en el paraíso terrenal la serpiente tentó a nuestra madre Eva, quien pasó a su Adán el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal, episodio que concluyó con la expulsión del Edén. A partir de ahí, carece de sentido ignorar las bajas tendencias tanto propias como de nuestros semejantes. Inexplicable, por ejemplo, que Felipe González, al ser interrogado a propósito de las primeras corrupciones afloradas en el seno del Partido Socialista, respondiera aquello de «no estábamos preparados para que esos abusos sucedieran en nuestras filas», como si sus militantes estuvieran hechos de otra pasta y blindados frente a las corrupciones.

Pero bajo la bronca parlamentaria, que alcanza ya temperaturas de incandescencia, subyace la tramitación de la proposición de ley de amnistía, concebida y alabada como bálsamo de fierabrás y curalotodo. El presidente Sánchez, que tanto se comprometió en su contra, descubrió cuando le hizo falta que la amnistía era la suma de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Por eso, cuando siempre que se refiere a ella lanza una catarata de bienaventuranzas que culmina señalando retadoramente a sus adversarios del PP cómo, en contra de sus negros augurios, «España no se ha roto». He tenido múltiples ocasiones de escuchar estos monólogos de Pedro Sánchez, a los que me hubiera gustado replicar: de acuerdo, no se ha roto, pero no se impacienten, porque ya queda menos para conseguirlo.

Cambiando de escala, como escribía un buen amigo en Letras Libres, si con el brexit aprendimos que un miembro de la UE se puede ir, es que la pertenencia al Club es voluntaria, lo cual es una excelente noticia. Además, frente a otras posibles retiradas, ha quedado clara otra cosa: las condiciones de la salida han de ser acordadas. Un país miembro no se puede ir y decidir cómo lo hace. El proceso recuerda a la famosa sentencia del Tribunal Supremo de Canadá sobre la secesión de Quebec: se puede votar unilateralmente por la independencia, pero no se puede decidir unilateralmente los términos en que se produce. Tuvimos indultos, tendremos amnistía, habrá fecha de referéndum o, si fuera necesario, volveremos sobre el de 2017 para declararlo válido, llegará la autodeterminación y la ruptura de España con Pedro Sánchez al frente de un gobierno de coalición progresista. La última cuestión serán las condiciones en que haya de producirse. Veremos.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento