Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El lenguaje corporal de Xavi Hernández

Xavi Hernández en el partido ante el Napoli.
Xavi Hernández en el partido ante el Napoli.
Associated Press/LaPresse
Xavi Hernández en el partido ante el Napoli.

Se ha hablado mucho ya sobre entrenador del Barça y de su decisión de dejar el equipo a final de temporada. No son los mejores tiempos para el equipo catalán. Xavi no ha brillado, pero no ha sido el desastre rotundo que algunos quieren vender. Entre otras cosas, cuando se marche, dejará una liga muy trabajada en las vitrinas y un patrimonio de jugadores jóvenes con rodaje que pueden dar rendimiento o liquidez económica al club.

Hay algo, sin embargo, en lo que Xavi ha perdido de un modo radical y en lo que no parece estar dispuesto a cambiar. Su lenguaje corporal es un desastre y esto es un asunto más importante de lo que pueda parecer. Deberá trabajar en ello en sus próximos años de carrera si quiere mejorar y centrarse en su trabajo que no es otra cosa que la dirección y gestión de un grupo de personas muy cualificadas para una actividad compleja.

Durante los partidos, su cuerpo transmite un flujo constante de negatividad con gestos, expresiones, ataques de rabia, quejas y malas palabras que desnudan un alma atormentada por no lograr una idea que quizá no sea posible.

Xavi sabe que está sobreexpuesto a las cámaras y no lo lleva bien. Sin embargo, no tiene una estrategia eficaz. Su rostro es un espejo demasiado evidente de sus estados de ánimo y esto en un trabajo como el suyo es peligroso. Durante los partidos, su cuerpo transmite un flujo constante de negatividad con gestos, expresiones, ataques de rabia, quejas y malas palabras que desnudan un alma atormentada por no lograr una idea que quizá no sea posible.

Su obsesión por el cuarto árbitro es, además de estéril, ridícula. La queja y la presión al equipo arbitral es algo que se debe subcontratar en el equipo técnico. Si uno se fija en los grandes entrenadores del mundo, verá que su lenguaje corporal muestra firmeza, convicción, comunión con el jugador, confianza en el plan y estabilidad. La balanza de gestos y expresiones de un gran entrenador siempre cae del lado de la emoción positiva.

En el libro del Éxodo se dice que el pueblo de Israel ganaba la batalla contra los Amalecitas cuando Moisés tenía los brazos en alto. Si los bajaba, Israel perdía. Aarón y Jur se dieron cuenta y le sostenían los brazos. Maquiavelo habló de ser y parecer. La doctrina nadalística de Rafa y su tío se centra en los buenos gestos y en tener siempre buena cara. Parece que funciona. Xavi es joven y, como todos, tiene que aprender a centrarse en lo importante. Saber que, en muchas ocasiones, tu cuerpo habla más que tu voz puede ser el punto de partida para iniciar el cambio. 

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