Un mes esperando una llamada: el rastro que se apaga de Ana María Knezevich

Ana María Knezevich en una imagen de SOS Desaparecidos.
Ana María Knezevich en una imagen de SOS Desaparecidos.
SOS DESAPARECIDOS
Ana María Knezevich en una imagen de SOS Desaparecidos.

A medida que pasa el tiempo y el teléfono sigue sin sonar, el rastro de Ana María Knezevich, desaparecida hace un mes en Madrid, se va apagando. De forma paralela a la investigación policial, familiares y amigos han tratado sin éxito de encontrar un hilo del que tirar.

Da igual que su rostro estampado en un cartel haya circulado por los ojos de millones de personas, que la alerta de su desaparición se haya colocado en la red de cajeros automáticos Euronet, que replicó su foto miles de veces al día en varios países del continente, o que abriesen un correo anónimo exclusivo para su caso. Nadie sabe dónde puede estar.

"En la mayoría de las desapariciones, cuando no hay señales durante un plazo largo, como un mes, es indicativo. Está claro que no se trata de una desaparición voluntaria y da para pensar que el desenlace puede no ser bueno", comenta Juan Manuel Medina, abogado con experiencia en este tipo de casos.

Medina, colaborador de la Asociación SOS Desaparecidos, será quien defienda los intereses de la familia de Ana María una vez el consulado español en Miami, donde residen, les otorgue el poder para poder personarse en la causa que instruye un juzgado de Madrid.

De este modo, una vez se levante el secreto de sumario bajo el que se investiga la desaparición, la familia podrá conocer "por dónde van los tiros" de las pesquisas de la Policía Nacional y obtener la información de la que ahora carecen.

"Sabemos que el FBI está realizando sus pesquisas, tanto aquí como en Serbia -donde se encuentra el marido de Ana María- y que la Policía se ha tomado la desaparición muy en serio", subraya el letrado.

Un trasfondo económico

Es precisamente la actitud del marido, David Knezevich, la que más está extrañando a la familia de la desaparecida. Tras cerca de 13 años de matrimonio, llevaban seis meses enfangados en el proceso de separación.

Una de las principales dificultades que encontraron era el reparto de la empresa tecnológica que ambos poseían en Florida: mientras ella optaba por una división equitativa, él pretendía llevarse un 75 por ciento de la compañía, asegura el presidente de SOS Desaparecidos y portavoz de la familia, Joaquín Amills. Además, prosigue, la familia ha tenido conocimiento de que el marido, mientras se encuentra en su Serbia natal, ha comenzado a vender buena parte del patrimonio compartido.

Su letrado, Ken Padowitz, quien en su página web dice llevar 35 años dedicado de forma exclusiva al derecho penal, ha manifestado en varios medios estadounidenses que su cliente está colaborando en todo lo posible y que si no viaja a España es porque desconoce el idioma y no tiene ni familia ni amigos allí.

"No colabora ni en el plano informativo ni en el económico ni en plan moral. La comunicación es cero y las veces que ha habido ha sido en un tono amenazante. Además, ha estado varias veces en España y sería lo suyo que viniese y conociese de primera mano lo que está sucediendo", contrapone Amills.

Borrar el rastro

El 2 de febrero, el día de su desaparición, Ana María, estadounidense de origen colombiano y de 40 años de edad, estaba en búsqueda de un nuevo piso de alquiler en el que establecerse a largo plazo en Madrid.

Llegó a la capital en diciembre buscando descanso de un complejo divorcio que le llegó a provocar una depresión por la que su médico en Estados Unidos le recetó una medicación que temen que no haya llevado consigo.

El día 3, dos amigas recibieron sendos mensajes suyos en los que les contaba que había conocido a una persona y que en esos momentos estaban emprendiendo un viaje a un lugar a dos horas de Madrid en el que apenas tendría cobertura.

Los mensajes, sin embargo, fueron enviados con tres horas de diferencia, uno en inglés y otro en castellano y con expresiones impropias de ella, lo que les hizo sospechar que los enviara otra persona.

Medina, quien en principio descarta que pueda tratarse de una cuestión autolítica ante la falta de evidencias de ello, señala que este tipo de mensajes no dejan de ser un proceder "relativamente manido" en las desapariciones forzosas. "Intentan borrar el rastro de una persona y aparentar que es una huida voluntaria", sintetiza.

Un día después de recibir el mensaje, una de sus amigas acudió a su domicilio a buscarla y, ante la falta de respuesta, alertó a las autoridades. Cuando los bomberos entraron por una de las ventanas se encontraron todas sus pertenencias y el desorden habitual, pero ni una sola pista sobre su paradero.

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