Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Cataluña, bipartito en el horizonte

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la firma del acuerdo de Presupuestos de la Generalitat de 2024.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la firma del acuerdo de Presupuestos de la Generalitat de 2024.
ALBERTO PAREDES / EUROPA PRESS
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la firma del acuerdo de Presupuestos de la Generalitat de 2024.

El doble acuerdo alcanzado entre PSC y ERC para las cuentas del 2024, primero en el Ayuntamiento de Barcelona, donde el socialista Jaume Collboni gobierna en minoría, y poco después en la Generalitat, lo que permite al republicano Pere Aragonès acabar tranquilamente la legislatura, dibuja un escenario de futuro bipartito. 

En la capital catalana es muy probable que, tras la aprobación de los presupuestos en marzo, los republicanos se incorporen con sus cinco concejales al gobierno municipal. Aunque no suman mayoría absoluta, el alcalde siempre podría sacar adelante los presupuestos mediante una moción de confianza, en caso de que tanto Junts como los Comunes votasen en contra. Se trata de una fórmula que prevé la ley para evitar el colapso de los ayuntamientos ante situaciones de bloqueo y la imposibilidad legal de anticipar las elecciones. 

Los Comunes exigen desde hace meses un tripartito en Barcelona, pero que solo desea Ada Colau. Ni republicanos ni socialistas están por la labor. Los primeros porque quedarían desdibujados al ser los socios minoritarios, y los segundos porque la figura de la polémica exalcadesa supone un problema. Las relaciones entre socialistas y comunes no se normalizarán hasta que Colau, muy hostil con Collboni, no abandone el consistorio. El bipartito en Barcelona es el único escenario posible. A los socialistas les permite gobernar con más comodidad, de la mano de unos socios minoritarios, y a los republicanos rehacer su proyecto tras la etapa de Ernest Maragall, quien no logró ser alcalde en 2019 porque, al igual que le ocurrió el año pasado a Xavier Trias, sucumbió a una alianza antindependentista.

Las relaciones entre socialistas y comunes no se normalizarán hasta que Colau, muy hostil con Collboni, no abandone el consistorio

Para la Generalitat, en cambio, el bipartito aún está lejos. Por ahora lo que hay es una segunda entente presupuestaria que para Aragonès no era imprescindible, pero que le supone un valioso balón de oxígeno en un momento de muchas dificultades, empezando por la atroz sequía y siguiendo por el descrédito del modelo educativo catalán. Está por ver cuánto tardarán los Comunes en apoyarlos, y a cambio de qué, pero su negativa al proyecto de casino Hard Rock en Tarragona no parece una razón suficiente para desechar unas cuentas expansivas tanto en política social como en inversiones. 

El socialista Salvador Illa ha hecho una apuesta estratégica de acuerdo con ERC pensando en clave española, apuntalando el apoyo mutuo, y específicamente catalana. En 2025 habrá autonómicas y si el PSC es la fuerza más votada, como apuntan muchas encuestas, necesita tejer un escenario de confianza con los republicanos. El objetivo no solo es ganar, sino evitar que se produzca una suma independentista (Junts, ERC y CUP) cuyo objetivo sea evitar su acceso a la Generalitat. 

Un año es mucho tiempo en política y todavía es pronto para saber los efectos de la ley de amnistía, si es que finalmente llega a aprobarse, pero Illa trabaja para que la fórmula de gobernación en la Cataluña del posprocés sea el bipartito con él en la presidencia o, si ERC quedase por delante, con los socialistas en el Govern. El escenario se complicaría si Carles Puigdemont diera la sorpresa, tras ser amnistiado, regresara y ganase las elecciones. El fracaso tanto para Illa como sobre todo para Pedro Sánchez sería que los independentistas, pese a sus odios cainitas, y a la generosa mano tendida del PSOE en Madrid, volvieran a cerrar el paso al PSC. La injustificable amnistía no habría servido para nada.

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