Isabel Hernández López, la mujer que escribe elegías a Miguel Hernández

Isabel Hernández López, durante la entrevista concedida a '20minutos'.
Isabel Hernández López, durante la entrevista concedida a '20minutos'.
JOSÉ GONZÁLEZ
Isabel Hernández López, durante la entrevista concedida a '20minutos'.

"Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano". Los versos de Miguel Hernández dejaron huella en una jovencísima Isabel Hernández López, que, a principios de los sesenta, acababa de ingresar en una residencia de señoritas en Murcia. Desde entonces, leyó todo lo que pudo sobre su historia. 

Una vida después, a sus 82 años, Isabel Hernández López ha escrito una elegía dedicada al poeta de Orihuela, un poema que resultó finalista del Premio para Mayores Artistas que concede la Comunidad de Madrid. Está incluida en el libro Al final del camino, donde recopila sus mejores trabajos.

Explica Hernández que se siente profundamente ligada al poeta alicantino, con el que comparte pueblo, además de apellido: "Mi madre y mi abuela eran de Orihuela (aunque yo nací en Murcia) y de algún lado tiene que salir esa rama que tengo de poeta. Además, él era un cabrerillo con ansias de estudiar". 

Isabel Hernández López, durante la entrevista concedida a '20minutos'.
Isabel Hernández López, durante la entrevista concedida a '20minutos'.
JOSÉ GONZÁLEZ

He ahí otra similitud: la autora del poemario siempre había soñado con ser maestra, pero fue sacada del internado en el que estudiaba a los 12 años por decisión paterna. "Entonces, imagínate, ser maestra era lo más. Me cortaron la vida, porque no pude seguir estudiando", cuenta a 20minutos.

Ya en el internado apuntaba maneras: ganó varios premios de redacción y sus profesoras la habían felicitado por poemas que le había escrito a la Virgen. Pero fue más tarde, gracias a un amigo suyo, cuando descubrió a los grandes nombres de la poesía española: "A los 21 años un buen amigo mío, profesor, me regaló el libro Mil mejores poesías de la lengua castellana". Cuando esta antología, que aún guarda "con mucho cariño, viejita, viejita", en su casa, se encontró en sus manos, no pudo dejar de leer las redondillas de Juana Inés de la Cruz, los sonetos de Lope de Vega y los cantos a la libertad de la Generación del 27.

"A base de leer a los poetas españoles, le comenté a mi amigo mi deseo de escribir, y él me animó a hacerlo. Así que hice mi primer poema. Solo me cambió una palabra. Me dijo: ‘Está perfecto’. ¡Qué ilusión me dio!", relata Hernández. Sin embargo, no pudo continuar dedicándose a su pasión: "Claro, yo me casé, tuve hijos y una vida de ama de casa muy feliz. Aunque eso sí, leía todo lo que podía: libros, periódicos, ¡hasta los carteles!". Su reencuentro con la poesía habría de ser mucho más tarde, hace apenas siete años, cuando falleció su marido.

Recuerda que, poco después de la jubilación de su esposo, este cayó enfermo del pulmón y los médicos le dieron seis meses de vida. Entonces, sin perder la esperanza, se fueron a recorrer toda Europa en una caravana: "Fue bonito, bonito. Y aunque duró al final más de lo que los médicos predijeron, falleció cuando yo tenía 75 años". Hernández quedó devastada ante la pérdida. "Es eso que te quedas que no sabes qué hacer. No tenía más que dos opciones: o amargarme o pedir ayuda, porque tirarme por la ventana no era una de ellas. Soy católica", puntualiza.

Acudió a la asistente social, y esta le propuso que participara en los talleres del centro de mayores de la Comunidad de Madrid: "Cuando me comentó que había una actividad de poesía, le dije: ‘No me digas más, ya me has tocado la fibra". Se apuntó a esa clase, a la que sigue asistiendo asiduamente tres veces por semana, y, por su cuenta, retomó la escritura. La poesía es para ella un refugio en el que ha podido desahogar su pena: "Ha sido una salvación para mí. Un medio de subsistir, de no caer en depresión. Por ejemplo, escribí el poema Triste vejez cuando me quedé viuda. Es una ficción, porque claro, en el poema la voz lírica se suicida, pero son mis sentimientos".

Hernández es prolífica. "¿Sabes lo que me pasa? Que tengo el defecto de que pienso en verso. Estoy media hora contigo, me hablas de cualquier cosa y al rato te he sacado un soneto dedicado a ti. Incluso cuando duermo, se me ocurren ideas para poemas, me desvelo, enciendo la luz y me pongo a componer", revela. Su profesor del centro de mayores propuso un día leer sus trabajos en clase y, tras su éxito, la animó a editarlos.

Al final del camino es en realidad su tercer poemario, pero el primero que edita para el público. "Durante la pandemia no me podía estar quieta, y recopilé los mejores poemas con la intención de que fuera mi último libro de poesía. De ahí el título. Aunque yo no me quiero morir, ten en cuenta que ya son 82 años. Tengo una vida que es para contarla, pero ya estoy al final del camino", aclara. 

De hecho, anuncia que tiene un nuevo proyecto entre manos, una autobiografía, con la que quiere que la entierren: "Me iré y dejaré mis libros y mis nietos, que a ver si alguno de ellos se aficiona a la poesía también". Pero antes, "si Dios quiere", este verano volverá a Alicante a visitar la tumba del autor de la elegía más célebre de la literatura española, donde hace un tiempo ella fue a llevarle la elegía que compuso para él.

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