OPINIÓN

Hablar de la depresión

Los problemas de salud mental afectan a cuatro de cada 10 jóvenes, pero ellos no tienen dificultades en pedir ayuda, al contrario que las generaciones de más edad.
Los problemas de salud mental afectan a cuatro de cada 10 jóvenes, pero las generaciones de más edad tienen más dificultad para pedir ayuda.
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Los problemas de salud mental afectan a cuatro de cada 10 jóvenes, pero ellos no tienen dificultades en pedir ayuda, al contrario que las generaciones de más edad.

Cada vez son más los rostros famosos que cuentan que asisten a terapia para cuidar su salud mental. Al final estar tan sobreexpuestos a la crítica pública tiene que pasar factura. Cantantes, actores, presentadores o influencers no tienen ningún tipo de miedo a decir que están deprimidos, pasando un proceso de ansiedad o que en algún momento tuvieron que recurrir a un profesional que les orientase. Además, por lo general, el perfil de la gente que lo hace público suele ser el de personas que rara vez superan los 50 años. Algo ha cambiado en las generaciones más jóvenes. Sin embargo, hay otros más mayores que todavía piensan que les van a juzgar por decir que han ido al psicólogo.

Los problemas de salud mental no son algo novedoso que se haya puesto de moda. Los griegos ya hablaban de los ataques de melancolía para referirse a las depresiones, y las preocupaciones de un ciudadano del Imperio romano no eran tan diferentes a las que puede tener un hombre o mujer de la actualidad. Restando, eso sí, los temas derivados de la tecnología o comodidades de la modernidad. La cuestión es que los traumas de la infancia, los miedos irracionales, los conflictos internos, los anhelos de un pasado mejor o los temores ante un futuro terrible son algo común. Más de lo que muchos piensan. Se estima que cuatro de cada 10 jóvenes ha tenido hoy en día problemas de salud mental. Y hablar de ello, expresarlo, entender esas emociones que se anudan en la mente hace que el proceso de dejar atrás el quebradero de cabeza sea más llevadero e incluso acabe por resolverlo.

No hay que tener temor por asistir a un psicólogo; incluso cuando un médico lo estime oportuno, un psiquiatra, ayudarse con los fármacos necesarios para poder combinar ambas terapias. Hacen bien los rostros públicos en expresar su sentir más profundo a nivel mental.

Mucha gente no se conoce a sí misma, actúa en base a una coraza que se han construido porque, como seres humanos que somos, tratan de echarse a las espaldas los problemas y encontrar sus propias vías de evitación. Error. Los profesionales dicen que hay que pararse, escuchar al cuerpo y sentir qué nos está queriendo decir. Un mechón de pelo que se cae, unos ardores de estómago recurrentes, falta de apetito, temblores, la boca seca, pautas de conducta obsesivas… El estrés siempre acaba saliendo a flote y es el primer indicador de que algo no funciona. Los más jóvenes parece que han entendido el mensaje, en cambio para los más mayores de la sociedad todavía es muchas veces un tema tabú. Al 'loquero' van los locos, y aunque todos tenemos un punto de locura, asistir a terapia no quiere decir que estés loco.

Es más, loco está el que no quiere ser ayudado, porque los humanos estamos para darnos la mano cuando lo necesitamos y más importante, escucharnos

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