Martín Caparrós: "Mi libro pone en contexto el mundo para entender lo que pasa más allá de la locura cotidiana"

Martín Caparrós saca un nuevo libro.
Martín Caparrós saca un nuevo libro.
Álvaro Delgado.
Martín Caparrós saca un nuevo libro.

Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) presenta su nuevo libro, El mundo entonces. Una historia del presente, publicado por Random House y en el que se puede leer: "La historia de la humanidad es la historia de cómo ciertas personas consiguieron que otras trabajaran para ellas". Caparrós ha estado, mirado y escuchado tanto que se volvió invisible. Hasta hace poco tiempo su vida eran dos mitades que se mezclaban: viajar y escribir. Desde hace casi dos años padece una enfermedad neurológica que le afecta a los músculos de las piernas que le impide caminar con facilidad y sin cansarse.

Ahora que se mueve menos dice que su venganza es contra su editor, quien no para de recibir libros suyos porque no hace más que escribir. Actividad que realiza sentado en su silla de ruedas ante el escritorio que tiene habilitado en el salón de su casa en la sierra madrileña. Un rincón muy luminoso con unas vistas verdes y montañosas y por el que se deja ver un gato.

En la mesa de trabajo hay espacio para una pantalla grande de ordenador, un teclado, libros, papeles, una botella de agua, una cafetera, tazas y los artefactos necesarios para elaborar y tomar mate. Sus crónicas, al igual que las películas del cineasta británico Ken Loach, son un megáfono para sus protagonistas. Personas sin voz, pobres, desfavorecidas y marginadas. Gente sobre la que se ha escrito mucho y se ha hecho menos por mejorar su situación y condición. Las buenas intenciones de la bienintencionada izquierda más progresista, más centrada en las cuestiones de identidad que en los aspectos sociales, no bastan.

¿Cómo gestiona sus emociones a la hora de escribir sobre quienes escribe?A los pocos ejemplos de gente que conozco que ha escrito sobre ricos les pasa lo contrario que cuando escribes sobre gente pobre, en lugar de sufrir se identifican y terminan medio prendados de los tipos sobre los que escriben.

Portada del último libro de Martín Caparrós.
Portada del último libro de Martín Caparrós.
CEDIDA

¿Cómo describe su libro?Un manual de historia escrito por una historiadora que mira un mundo del que le separan cien años. Una buena excusa narrativa para dar ese paso atrás que la historia permite para ver con más claridad, distancia y visión de conjunto el mundo en el que vivimos. Un libro que pone en contexto el mundo, con datos, con ideas, para entender lo que nos pasa más allá de esa locura cotidiana.

Una cotidianidad en la que, por ejemplo, no reparamos en el elevado número de personas que fallecen en accidentes de tráfico, causantes de que cada vez mueran más peatones, o la presencia que tiene el crimen en nuestro consumo audiovisual. Al respecto de esta cuestión, el autor dice que es un delirio. La mitad de lo que vemos son crímenes y en la realidad no los hay, no en esa cantidad. Parece que vivimos en un baño de sangre, cuando es lo contrario. En España hay 0.5 homicidios por cada cien mil personas al año. Eso no es nada. Hace poco Javier Milei dijo que la Argentina es un río de sangre. El país tiene una media de cuatro homicidios por cada cien mil personas al año, la mitad de los que tiene Estados Unidos.

El mundo que nos cuenta esa narradora historiadora es un mundo en el que la idea de posesión sigue triunfando. Un mundo superfluo, efímero y de necesidades inventadas en el que lo que más producimos es basura. Un mundo en el que la ignorancia es una virtud y en el que el trabajo es una identificación de lo que somos. En el libro, al hilo de esta cuestión se puede leer; “En el capitalismo la remuneración de un trabajo no dependía de la importancia o utilidad de la tarea, sino de los beneficios económicos que pudiera producir”. Consecuencia lógica que hace que un publicista o un gerente de banco cobre más que una maestra o una doctora. Profesionales que no aparecen en la lista Forbes, como tampoco lo hacen los narcotraficantes, los traficantes de personas, los fabricantes de armas, los gobernantes y los CEO de las farmacéuticas y grandes corporaciones tecnológicas. Una lista en la que Caparrós repara en sus limitaciones; que hay superricos (como los recién mencionados) que nunca aparecen y que solo hay hombres, a pesar de vivir en un mundo preocupado por la paridad de género nadie ha salido a pedirla en la lista Forbes.

¿Con qué se queda de la lista Forbes?De esta especie de cuadro de honor en realidad lo único que deberíamos tener en cuenta de esta gente es que se quedan con unas sumas inverosímiles de dinero y que tantos millones de personas en el mundo necesitan para comer todos los días. Se calcula que las empresas norteamericanas pagan cien mil millones de dólares de impuestos menos de lo que deberían cada año. Con ese dinero se podría erradicar el hambre en el mundo en diez años, según la FAO. Sin embargo, siguen arreglándoselas para no pagar impuestos porque ni los gobiernos se imponen a estos superricos y el resto del mundo miramos a otro lado. Hace falta una reformulación y que aparezcan formas de conducción supranacionales que estén en condiciones de hablar de igual a igual con esas empresas.

Empresas dirigidas por personas que ven el bien común como una amenaza para alcanzar sus intereses. También los hay que gobiernan países, como Javier Milei en Argentina, a quien Caparrós describe como un fundamentalista del mercado, a lo que añade: "El mercado es comprar barato y vender caro. Es decir, tengo que sacar ventaja a dos personas diferentes, por lo menos. Esa es la esencia del mercado, que es todo lo contrario de la idea de una sociedad donde todos busquemos solidariamente formas con las que todos estemos mejor. Es el hiperindividualismo de esa supuesta libertad de la que hablan algunos".

El problema es que no hemos encontrado una forma política que pueda sustentar esta forma moral de la economía

¿Y qué sugiere?A mí lo que me gustaría es que existiera una forma moral de la economía. Una economía donde todos tengan lo que necesitan y nadie tenga mucho más. El problema es que no hemos encontrado una forma política que pueda sustentar esta forma moral de la economía, las que se intentaron fracasaron, acabaron en dictadura, etc.

El escritor argentino Martín Caparrós
El escritor argentino Martín Caparrós, en una imagen de archivo
EUROPA PRESS - Archivo

¿Por qué el capitalismo, por el contrario, sí se sostiene?La mayoría de las cosas que hacemos, nuestra forma de vivir, tienen una sola condición ineludible y es que la practiquemos pocos. Es decir, que seamos pocos los que vivamos como lo hacemos nosotros. Si todos quisieran vivir como lo hacemos nosotros sería imposible, no alcanzaría. Si todo el mundo quisiera comer proteínas animales todos los días no habría manera de hacerlo. Somos mil millones los que lo hacemos, frente a unos seis mil millones que no lo hacen. Por ejemplo, hace 50 años cada chino consumía 5 kg de carne por persona al año. Ahora alrededor de 50 kg. El consumo se ha multiplicado por 10. Ahora pueden porque tienen dinero. Esto desequilibra el mercado mundial. Por el contrario, en Argentina los hay que pasan hambre porque ya no se produce para que coman los argentinos, sino para exportar soja para que coman los animales, los cerdos que se comen los chinos.

China está muy presente en la obra de Martín Caparrós, en general, y en este libro en particular. Ha visitado en varias ocasiones el país, la primera vez en 1981. Siempre que regresa de China le queda la misma sensación, que es un país impenetrable y que le hubiera gustado haber estado, de verdad, en China, porque dice que parece que estuviera detrás de un cristal. Incluso así, ha podido escribir artículos como La China Rosa, en referencia al momento en que China estaba dejando de ser roja y se estaba abriendo al capitalismo.

¿Qué significa esa apertura china al capitalismo y al mundo?Lo que más me sorprendió del libro fue entender esto de que la Edad Contemporánea, que es un disparate, que no significa nada, hace necesario otra forma de llamar a nuestra época, por ejemplo, Edad Occidental, porque Occidente se impuso en todo el mundo en todos los aspectos durante unos tres siglos, a nivel político, económico, social, cultural, etc. Pero eso se está acabando por el avance chino, que tiene dos matices; por un lado, dicho avance se da con modelos occidentales, algo que se puede ver en la arquitectura y en la estructura del Partido Comunista Chino, por poner dos ejemplos, y por el otro, tienen un poder incomparable; su población. Durante el aislamiento chino, Occidente ha recurrido a la explotación de los recursos naturales de África, Latinoamérica y Oriente Medio. Ahora China ha entendido que en un mundo tan globalizado la única forma de ser una potencia es siendo una potencia global. Por eso han comprado la mitad de África y dos tercios de América Latina. Saben que tienen que estar presentes en el mundo para reafirmar su voluntad de poder. Ahí empieza la Edad Oriental.

Soy optimista a medio plazo porque estudié Historia y la historia te demuestra que vamos viviendo cada vez mejor

¿Es optimista cuando piensa en el futuro?Lo soy a medio plazo. Y no lo soy por ninguna mística, sino porque estudié Historia y la historia te muestra, en general, que vamos viviendo cada vez mejor. La esperanza media promedio de vida ahora es 23 años mayor que en los últimos 70 años, si eso es o no es un progreso… Hay una frase de Borges que dice: "Le tocaron, como a todos los hombres, tiempos difíciles en los que vivir".

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