La princesa Amalia va retomando, poco a poco, la normalidad en su vida, después de que en octubre de 2022 se viera obligada a abandonar su residencia de estudiantes de Ámsterdam y a refugiarse en el palacio Huis Ten Bosch, en La Haya, debido a las amenazas que había comenzado a sufrir por parte de la mafia.
Y es que, según el diario neerlandés Het Parool, la primogénita de los reyes Guillermo Alejandro y Máxima ha regresado a su domicilio habitual en el centro de la capital del país para continuar con sus estudios de Política, Psicología, Derecho y Económicas. Eso sí, bajo unas férreas medidas de seguridad, tal y como informa el citado medio.
A la estrecha vigilancia que acostumbra tener cualquier miembro de la familia real —más aún si se trata de la heredera al trono— se suma un refuerzo en los medios que permiten llevar a cabo una supervisión activa. Por ejemplo, en la calle en la que se encuentra la residencia de la princesa, así como en sus alrededores, se han instalado nuevas y numerosas cámaras de seguridad.
La Mocro Maffia
Las señales de alarma comenzaron a sonar durante el último trimestre de 2022, cuando el Gobierno neerlandés comenzó a sospechar que la princesa Amalia podía estar en el punto de mira de la mafia neerlandesa, denominada Mocro Maffia, que está integrada por ciudadanos holandeses de origen marroquí dedicados, principalmente, al tráfico de cocaína y que supuestamente también tenían intención de asesinar al primer ministro en funciones de Países Bajos, Mark Rutte.
A pesar de que Rodouan Taghi, el gran líder de la organización criminal, se encuentra en una prisión de máxima seguridad desde 2019, la Mocro Maffia continúa en pleno funcionamiento. No obstante, hace apenas unas semanas la organización recibió un duro golpe por parte de las autoridades españolas: la Policía Nacional detuvo en Marbella a Karim Bouyakhricham, El Capitán, considerado el principal jefe de la banda desde que Taghi ingresó en prisión y que operaba, sobre todo, en la Costa del Sol.
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