La literatura sobre la familia real inglesa es muy abundante y en Reino Unido es casi un género en sí misma y hay incluso autores especializados en el tema. Una de ellas es Ingrid Seward, que acaba de publicar un libro titulado My mother and I ('Mi madre y yo'), que narra la relación entre la difunta monarca y su sucesor, Carlos III.
En el libro hay numerosas anécdotas jugosas, y una de las que más se comenta es que a la reina Isabel II no le gustó demasiado el vestido de boda que Meghan Markle lució el día de su enlace.
Tal y como explica la propia Seward en su libro, la reina opinaba ante sus más íntimas amistades que el vestido de novia de la novia, de la firma Givenchy, era "demasiado blanco".
En opinión de Isabel II, no era apropiado que una divorciada que se volvía a casar por la iglesia tuviera un aspecto tan ostentosamente virginal.
La reina tampoco se sintió cómoda con la decisión del Príncipe de Gales de sustituir al padre de Meghan, Thomas Markle, y acompañarla hacia el altar. A Isabel II también le preocupaba la decisión del príncipe Felipe, de 96 años, de caminar cojeando hacia el altar sin un bastón, a pesar de haber tenido un reemplazo de cadera apenas cinco semanas antes.
También hubo cosas en la ceremonia que no gustaron a la reina. Como muchos otros en la congregación, quedó sorprendida por las apasionadas manifestaciones del arzobispo estadounidense Michael Curry, que habló durante más de 14 minutos.
Tanto la Reina como el Príncipe Felipe, que odian los sermones largos, estaban desesperados por que terminara. También debieron darse cuenta de que algunos de los que los rodeaban estaban reprimiendo la risa.
La advertencia del duque de Edimburgo
Según Ingrid Seward, todo esto tiene relación con una advertencia que el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, hizo a su mujer cuando conocieron a la pareja de su nieto Harry.
El anciano consorte dijo que la exactriz le recordaba mucho a Wallis Simpson, la duquesa de Windsor. Simpson fue la divorciada estadounidense por la que el tío de Isabel II, Eduardo VIII, abdicó del trono. Y no solo por ser divorciada y norteamericana, sino por que a su juicio, Harry estaba "demasiado enamorado" de Markle y que eso traería problemas en el futuro. Y no se equivocaba.
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