Desde que Malasia se independizara de Gran Bretaña en 1957, nueve gobernantes de etnia malaya se han turnado como reyes durante periodos de cinco años.
Actualmente, el nuevo rey de Malasia obtiene la corona en un momento en el que, según los expertos políticos, la intervención de sus gobernantes es cada vez más necesaria en el país para hacer frente a la creciente inestabilidad política y social.
Dentro de su peculiar régimen de trono rotatorio, que cambia de titular de lustro en lustro, acaba de ser proclamado un nuevo monarca con todos los fastos correspondientes.
Así, la corona ha recaído en el sultán Ibrahim Iskandar, cuya enorme fortuna tan solo rivaliza con su nivel de exotismo y lujo.
Antes de que el sultán Ibrahim Iskandar tomara posesión de su nuevo cargo, un momento que fue notificado con las tradicionales salvas de cañonazos, tenía lugar la ceremonia de despedida de los antiguos reyes, el sultán Abdullah El Yang di-Pertuan Agong y la reina Azizah El Raja Permaisuri Agong.
En la fiesta de adiós, organizada por funcionarios de la Istana Negara, la residencia oficial de los monarcas malayos en Kuala Lumpur, la capital, destacaron las emotivas imágenes de la esposa del sultán, que no podía evitar las lágrimas en su adiós al trono.
Una imagen conmovedora que contrasta con los excesos que conllevan este tipo de ceremonias.
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