Máximo Huerta publica 'París despertaba tarde': "En esta novela hay un ajuste de cuentas con mis fetiches y con mis placeres"

Entrevista a Máximo Huerta
Entrevista a Máximo Huerta
Entrevista a Máximo Huerta
Máximo Huerta se ha sumergido en el París de los años 20 para culminar este libro que acaba de ver la luz.
JAVIER OCAÑA/PLANETA.

Un locuaz e improvisado guía turístico Máximo Huerta nos hace elevar la vista hacia uno de los ábsides del populoso Sagrado Corazón de París. La veintena de periodistas presentes en la capilla de San Ignacio de Loyola, entre las que se encuentra quien firma esto, tenemos el cuello estirado y la mirada petrificada en dos valencianas de trajes sedosos, camufladas junto a un pantocrátor. En este mosaico impactante y sorprendente, casi oculto a la curiosidad pública, da comienzo la novela que nos ha traído al corazón de la capital francesa: París despertaba tarde (Planeta), lo más nuevo y arrebatado de Huerta (Utiel, 1971). El escritor valenciano tropezó de forma casual con esta imagen que le llevó a fantasear sobre cómo pudieron terminar dos falleras en uno de los templos más peregrinados del mundo. Para ficcionar el enigma, rescató de su novela Una tienda en París (2012) a dos de sus personajes más queridos: la modista Alice Humbert y la modelo Kiki de Montparnasse. Ambas, reales, pero tamizadas con la imaginación del narrador, nos llevan al epicentro de los felices años 20, donde los Juegos Olímpicos de 1924 se convierten en el símbolo de la fiesta, el amor (y el desamor), el deseo, la locura, el placer, el progreso, el arte y la amistad. A su lado, una procesión de nombres que poblaron París en ese tiempo, como Modigliani, Scott Fiztgerald, Hemingway, Coco Chanel, Monet, Andre Citroën, Man Ray... se entremezclan y construyen esta delicada historia que culmina las propias obsesiones del autor. Periodista, ministro de Cultura efímero ("fui el más breve, pero no el más corto", bromea a toro pasado), francófilo confeso y librero, su penúltimo oficio, Máximo Huerta nos ha llevado de la mano por los escenarios de su novela en una verdadera inmersión literaria, que va de Montparnasse, a Montmartre, dos islotes de libertad y reivindicación femenina. Un siglo después y con los Juegos Olímpicos modernos en marcha, París recibe en este libro un penúltimo y sentido tributo.

¿Cómo empezó su idilio con París? ¿Y con los años 20, que es una época fascinante para usted?Mi idilio con París viene por un idealización de unas tías mías francesas emigrantes que venían al pueblo en verano y que a mí me parecían exóticas y diferentes. Pero eso es ficción, porque mis tías ni eran exóticas, ni francesas. Aunque todavía viven allí, en Clermont-Ferrand. La admiración hacia los años 20 viene porque a mí me parecen insolentes, deslumbrantes y brillantes. Y porque son una parte excepcional; después de una guerra, la gente solo quiere olvidar la tragedia y lanzarse a las risas, los placeres y la fiesta. Y se da una circunstancia maravillosa y es que hay una cantidad de vanguardia, cambios y de vida que duran hasta hoy.

Para mí, hablar de los años 20 es culminar una obsesión en el año más importante de esos años locos, de esa década intensa y breve

Los Juegos Olímpicos de 1924 son la percha argumental para recordar esos años 20 y que en seis meses tendremos otros Juegos, estos modernos. ¿Hablar del presente por medio de su pasado más nostálgico y festivo era su propósito?Sí. Esa es la octava olimpiada, la del barón de Coubertin, quien se despide, hace cierto chanchullo para que sea París y vengarse de lo mal que la ciudad quedó en 1900 en esa misma convocatoria. Son esos unos Juegos Olímpicos para la historia, los de Carros de fuego, Johnny Weissmuller, la española Lili Álvarez, la primera vez que hay logo, también hay lema -más alto, más fuerte, más rápido-, se construye por primera vez una villa olímpica para los atletas, eso sí prohibida para las mujeres porque ellas eran la tentación... Todo lo que se hace es maravilloso, me atrae mucho. Y no es casual la cercanía de los próximos Juegos de París este año. Para mí, hablar de los años 20 es culminar una obsesión en el año más importante de esos años locos, de esa década intensa y breve, donde 1924 fue el año más importante. Lo es en cuanto a todo, citas, personajes, pintores, arquitectura, el Ulises de James Joyce…

mh
El autor en la emblemática y artística plaza de Tertre, que sale en su novela.
JAVIER OCAÑA/PLANETA

No ha sido una novela sencilla ni rápida. ¿Cuánto tiempo le ha llevado proyectarla y escribirla?Llevo muchos años preparando esta novela. Pensando en ella, 12. Y empecé a escribirla antes que Adiós pequeño (Premio Fernando de Lara 2022). Paré y continué. He pasado escribiéndola unos seis años. Necesitaba mucha documentación, no podía equivocarme con los lugares, con las fechas, con el pintor que está vivo o está muerto... con nada. Es el último año de Claude Monet, también cuando se hacen los mosaicos del Sagrado Corazón (donde todo comienza). Tenía que estar muy ajustado al año exacto en que sucedían tantas cosas.

Escribir es como meterme en una máquina del tiempo, en la que me pongo a pasear con quien quiera y que me da un poder inmenso

Esa es una de las esencias del libro. Hacer convivir en la trama a personajes de ficción con nombres que han existido: escritores, fotógrafos, modelos, pintores… ¿Cómo ha llegado hasta esta combinación tan tangible de verdad y mentira?Mezclar ficción y realidad, creo que es un juego que deberíamos hacer todos los días, imaginarte cenando con quien te apetezca o meter en tu vida a quien idolatres. Si lo podemos hacer con la literatura, es la única máquina del tiempo que existe. Y para mí, escribir es como meterme en una máquina del tiempo, en la que me pongo a pasear con quien yo quiera. Y eso me da un poder, una libertad y un disfrute inmensos.

A través de esa máquina del tiempo, ¿intenta Máximo Huerta revisar de algún modo cosas de su pasado? Hay muchos ídolos suyos en este libro.Ojalá me pudiera meter ahora en Le Dôme (un café de París de 1898 que sale en las páginas del libro), sentarme en una mesa y escuchar a Picabia, a Kissling, a Modigliani, ver a Kiki bailando en una mesa... Pero no, en este libro hay un ajuste de cuentas con mis fetiches, con mis placeres.

¿Con cuál de sus personajes principales se identifica más Máximo Huerta, con la prudente Alice o con la irreverente y libre Kiki de Montparnasse?Ambas son reales, pero tenemos menos datos de Alice. Era una modista que rehace su vida con su tienda, pero que antes paseaba por la calle (llamada de la carne, pero la humana) para que la eligieran como modelo, lo mismo que hacía Kiki. Me reconozco más en la prudente Alice, manejo muy bien el complejo de culpa, el arrepentimiento, de los sentimientos que tiene, buena parte de ellos me pertenecen. Pero ojalá todos fuéramos más Kiki, más de alegría y aprovechar cada instante.

mh
El escritor valenciano tiene en la capital francesa uno de sus refugios predilectos.
JAVIER OCAÑA/PLANETA

Esta novela va de muchas cosas, pero todo lo abarca el amor. ¿Hay algo más inspirador para un escritor que este sentimiento? No hay nada más inspirador que el amor. Por ejemplo, la relación de Man Ray y de Kiki es producto del amor, toda la creatividad de los dos nace de ahí. Es una de las relaciones más creativas del mundo. Colocan la obra de arte como si fuera una relación. El amor es inspirador para Serrat, Picasso, Picabia, Monet... Lo es para todas las artes.

¿Hay que estar enamorado para escribir del amor con esta pasión que habita en París despertaba tarde?Yo estoy enamorado, aunque no tenga pareja. Pero no hace falta estar enamorado como tus personajes. La fortuna de escribir es que te puedes poner en el momento vital que a ti te apetezca. Y te permite ponerte en la edad que quieras, disfrazarte, como los actores, colocarte en el lugar que elijas. Pero no hace falta ni estar enamorado ni haber sufrido, como los protagonistas. Sí que hay que tener valentía para rescatar de tu álbum momentos que te ayuden a darle realidad al capítulo. Yo, claro, utilizo vivencias propias, porque en el fondo, escribir es observar. Como autor me gusta observar: el gesto de alguien, la palabra de un amigo, me sirve para vampirizarlo y quedármelo para la novela.

Esta novela es una reivindicación de las mujeres invisibles que fueron maltratadas por los pintores

¿Es premeditadamente un libro feminista?Es una novela feminista, sí, porque es una reivindicación de las mujeres invisibles que fueron maltratadas por los pintores. Hay una sororidad tremenda. También es artística, está lo mejor de la cultura de este siglo. Y rezuma bondad porque la amistad es esencial entre todos.

Mh
Huerta ha escrito su novela entre Madrid, Buñol y París.
 JAVIER OCAÑA/PLANETA

De todos las criaturas literarias concebidas para esta novela, ¿cuál es su preferida y por qué?Me ha gustado mucho construir a madame Leclerq, que está cercana a los mejores círculos sociales y económicos de la ciudad, pero tiene esa filantropía. Aunque viene del siglo XIX, se contagia de las mujeres. Nota que el cambio está y ayuda mucho a ese cambio de siglo.

Escritor, periodista, librero en los últimos tiempos... ¿Qué oficio es el más agradecido y pone en primer lugar?Si miras bien, todos los escritores han sido periodistas, el 90% ha sido antes periodista, desde Larra, García Márquez, Vargas Llosa, Delibes... empiezas a dar la vuelta y el porcentaje es altísimo. ¿Por qué? Porque nos une la palabra, es la herramienta. Si fuéramos carpinteros sería la madera, si fuéramos panaderos, sería la harina. Nuestra madera y nuestra harina es la palabra, lo que da disfrute. Si tengo que elegir entre todos, me quedo como lector, en cuanto a placeres. Como oficio, me quedo con el de escritor porque es donde elijo mis personajes, mi escenario y mi historia.

De cualquier época de mi vida borraría algo, pero he aprendido a no tener arrepentimiento
El autor valenciano, con París al fondo.
El autor valenciano, con París al fondo.
| JAVIER OCAÑA/PLANETA

Alice Humbert, el personaje principal de esta novela coral, dice en algún momento que el pasado siempre vuelve. ¿Vuelve también el de Máximo Huerta de algún modo, para conservar o para borrar?De cualquier época de mi vida borraría algo, pero he aprendido a no tener ahora arrepentimiento. Los años te dan una mirada de ya está pasado, ya está hecho: la infancia no la puedo arreglar, grupos de amistades, ministerio (pese a ser uno de sus temas menos preferidos, en algún momento del paseo por París lo recuerda, citando a André Malraux, que fue ministro de Cultura en Francia), algún programa de televisión… nada se puede cambiar. Con lo cual no me doy golpes de pecho y no hago más oraciones por eso. Ya las he hecho.

Su compañera de editorial Sonsoles Ónega sufrió severas críticas tras ganar el Planeta el pasado año. ¿Se siente más cerca del mundo de ella, como autor, o de los periodistas que libremente pueden expresar lo que quieren?Ninguna de las críticas negativas que ha tenido Sonsoles le habrían venido si hubiera seguido siendo reportera de informativos, como hasta hace poco. Le han venido porque era presentadora, simplemente. En el primer caso, la habrían valorado, incluso, mucho más. Lo que han criticado es que fuera presentadora, es como si fuera el diablo. Pero su libro, Las hijas de la criada, de hecho, está agotado.

Mis libros no están visibles en mi librería. Los tengo en las estanterías de abajo. Visibles están Muñoz Molina, Modiano, Landero...

¿Por qué títulos de otros quitaría usted París despertaba tarde del escaparate de su librería en Buñol, Doña Leo?El mío no está visible. Con mis libros relleno los bajos de la librería. Como nadie mira abajo, me sirve de almacén. Mis libros están en las estanterías de abajo, las que quedan a la altura de la rodilla. Allí nadie mira, salvo los perros que entran. Los piden, pero no están a la vista. 

mh
El autor, frente a la iglesia de San Paul, en el barrio donde se sitúa parte del argumento.
JAVIER OCAÑA/PLANETA

¿Es un ejercicio de modestia por su parte?Es un ejercicio de practicidad, no de modestia. No voy a poner a Facciolince, Delphine de Vigan ni a Muñoz Molina con su No te veré morir ahí abajo. Estoy en modo librero. El mío ya lo pedirán. En el escaparate pongo también a Patrick Modiano, que me gusta mucho. A todos los que me gustan: Luis Landero, que es mi autor español favorito, a Mendoza, a Santiago Posteguillo...

De sus novelas no se ha hecho ninguna adaptación en formato serie o película. Sí hubo un musical con Una tienda en París, la precuela de esta. ¿Estaría abierto con su nuevo título a esta posibilidad?Nunca he escrito para que hicieran película, pero eso no significa que no me gustara, al contrario. Los años 20 y los personajes de esta novela son perfectos para una película. Ya está creada la trama, la evolución y está el arco narrativo.

La última novela de Huerta salió a la venta el día 24 y está editada por Planeta.
La última novela de Huerta salió a la venta el día 24 y está editada por Planeta.
 JAVIER OCAÑA/PLANETA
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