Me aburre soberanamente que haya tantos programas en televisión donde vemos a personajes públicos haciendo todo tipo de cosas. Desde pasteles a retos imposibles, pasando por platos de alta cocina, bailes, imitaciones de cantantes, aprendiendo de moda o en realities. Se está agotando la fórmula de utilizar famosos para captar a la gente. El efecto Tu cara me suena ha pegado muy fuerte en España en la última década, porque ese formato exitoso que fue poco a poco codeándose con MasterChef ha acabado siendo explotado por la gran mayoría de productoras del país.
Es algo lógico que cualquier persona que goce de fama tenga más repercusión que un ciudadano normal. Por eso se explota. Son famosos que no están promocionando cosas, sino cobrando por exponer sus aptitudes. Está muy bien pensado, pero todo en exceso aburre. En España tenemos todo tipo de programas de televisión de este estilo. Por un lado, realities donde les metemos en una casa o mandamos a una isla desierta para ver cómo se pelean entre ellos por esas condiciones tan extrañas para cualquier ser humano de la actualidad. El experimento sociológico de Gran hermano de hace dos décadas se explotó y mucho. Hoy en día quizá esté algo pasado.
Están matando el formato por exceso, al igual que cuando las plantas se riegan demasiado
Pero, por otro lado, lo que más vemos en la actualidad no son los realities de convivencia, sino concursos guionizados donde estos personajes de entidad pública hacen todo tipo de cosas. Ahí es donde la cosa se va torciendo. Que vayan a un concurso a actuar como jurado, o a ayudar a un anónimo a ganar una cantidad de dinero, es estupendo. Se combinan los elementos. Lo que no debería ser es que cada cadena tenga uno o dos programas dedicados a que la ciudadanía vea cómo un actor, un torero, una cantante, un influencer o una escritora hace una tarta, apnea o cose un traje. Están matando el formato por exceso, al igual que cuando las plantas se riegan demasiado, están poniendo una fecha de caducidad.
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