La realidad siempre supera a la imaginación, lo sabemos desde pequeños, pero estos días estamos asistiendo a la mejor prueba de que es más cierto que la redondez de la tierra. Está ocurriendo, en medio de la incredulidad y la curiosidad general, en Morata de Tajuña, un tranquilo y poco conocido pueblo de la geografía de Madrid que de pronto se ha puesto de actualidad por el triste relato de un crimen, penoso como todos los crímenes, que más allá del drama que supone la muerte de tres personas, todos los expertos coinciden en que hasta ahora no ha habido novelista capaz de narrar una historia con tantos ingredientes para alcanzar el éxito.
El misterio que precede a la parte más conocida de la historia es el primer elemento que por si sólo despierta más interés y una vez impreso, llevará a los hipotéticos lectores a pasar páginas sin darse tiempo a respirar. En la evolución de la realidad que se está investigando y con la que se está especulando no falta ni escasea ningún ingrediente. Detrás del asesinato de tres hermanos de condición respetable hay amor, quizás mejor tele amor, engaño, chantaje, ingenuidad, secretismo familiar, ruinas familiares, victimas económicas, mafias sableando, ruina económica y, como no podía ser menos con semejantes elementos, un final trágico, con muerte colectiva y todo el suspense que deja detrás cualquier asesinato con culpables ausentes bajo sospecha.
La novela que se está viviendo antes de ser contada encierra algunos aspectos de este tiempo que nos ha tocado. El progreso y la evolución tecnológica tienen entre sus elementos negativos el incremento galopante de la delincuencia imaginativa, del engaño como actividad profesional próspera y de la confianza con que los seres humanos todavía no nos hemos dado cuenta de que a menudo creer lo que vemos es un peligro al que estamos expuestos. La delincuencia es una actividad que parte de la falta de conciencia del profesional de la apropiación indebida a cualquier precio que se vale del talento para encontrar nuevas técnicas de delinquir, y trabaja con la idea clara de que sigue habiendo muchas víctimas propiciatorias para no caer en la tentación de creer que todo el mundo es bueno.
Comentarios