Entrevista 

Pilar Adón: "Muchas veces pienso que mi hogar es la novela porque siempre hay personajes esperándome”

La escritora Pilar Adón.
La escritora Pilar Adón.
Asis Ayerbe
La escritora Pilar Adón.

Quienes no se hayan adentrado en la sugerente obra de Pilar Adón (Madrid, 1971), tienen la excusa perfecta. La poeta, escritora y traductora ha sido recientemente galardonada con el Premio Nacional de Narrativa 2023 por su novela De bestias y aves (Galaxia Gutemberg), a la que no le faltan reconocimientos (también ha recibido el de la Crítica, el Francisco Umbral o el Cálamo Otra Mirada). A través de la protagonista, Coro, una pintora miniaturista, emprendemos un viaje sensorial y de introspección, una huida existencial que nos enfrenta a nuestras sombras. Como varios relatos, novelas y poemas de Adón, este libro ahonda en temas universales, como la soledad o la culpa, con un estilo preciso que huye de la adjetivación. Hablamos con esta orfebre de palabras e historias.

La crisis de identidad de la protagonista, Coro, me evoca a los profesionales que, como describió Remedios Zafra en El entusiasmo, sufren un agotamiento emocional. ¿Cuál es su relación con la autoexplotación y la ausencia de horarios?Me interesaba que Coro fuera creadora, pero no escritora para que la identificación no fuera tan clara. Y que conociera el perfeccionismo. Quería que su cansancio, más mental que físico, derivara de esas circunstancias. Me interesaba que se perdiera no solo geográficamente, también emocionalmente, que sintiera que está pisando terreno poco firme. Es verdad, sé de lo que hablo, conozco el entusiasmo y cierta servidumbre a la que nos prestamos encantados de manera voluntaria, porque es nuestra creación es lo que más nos gusta. Una trampa, un círculo vicioso.

La naturaleza es un personaje no solo en este libro, sino en su obra. Una naturaleza no domesticada, que como defendió John Burroughs, necesita de un arte de ver las cosasCreo que solamente en una ocasión escribí un cuento que sucedía en la ciudad, en Madrid. Me gusta situar a mis personajes en la naturaleza, quizá porque están desasistidos. Tendemos a idealizarla; la naturaleza benévola, la naturaleza que ampara, la naturaleza que nos hace mejores personas… Yo no hablo de naturaleza ajardinada, es un medio que está ahí y en la que el ser humano tiene que aprender a sobrevivir, a buscar refugio y alimento. Un ser biológico más frente al gran escenario de la naturaleza.

Betania es un lugar inventado pero simbólico, en la Biblia es el lugar donde Lázaro resucita, ¿cuál es su Betania?Otro tema de la novela es la búsqueda de un lugar, en el que sentirse reconocida, al que pertenecer y en el que fundar un hogar. En esa búsqueda, llevo tiempo. No me siento de Madrid ni tampoco de toda esta naturaleza de la que hablamos. Es verdad, hay una búsqueda constante, pero no sé si querría que esa casa fuera Betania.

Tal vez porque Betania es ambiguo, con personajes y fuerzas de la naturaleza inquietantes… uno no sabe si son benignas o malignas. ¿Por qué ese juego, esa tensión narrativa?La inquietud nace también porque Coro se pierde. Todos nos hemos perdido y sabemos lo que es. Y más en una época como la actual, en la que parece que eres culpable por perderte. Coro llega a un lugar, en el que lejos de sentirse bien acogida, cada vez que hace una pregunta, las respuestas van por un camino distinto. Si la respuesta fuera tranquilizadora, nuestra inquietud bajaría. Mi intención era generar ese estado máximo de inquietud para luego reducirla. Antes hablabas de Betania y de Lázaro: hay una resurrección. Afloran hechos que Coro no quiere ver: la ausencia de la hermana, el duelo, la culpa…

La curiosidad empuja a la protagonista. ¿Cree que estamos perdiendo la capacidad de sorprendernos? ¿De qué manera influye la obsesión con las redes sociales a esa merma de curiosidad?Al principio, Coro quiere liberarse. Deja el móvil y conduce para escapar de la situación emocional en la que se encuentra. Comete ese acto de libertad que es dejar el móvil, ese controlador que llevamos encima y sin el que nos sentimos casi desnudos y desprotegidos si no lo llevamos. Ella comete ese acto de libertad que luego se demuestra imprudente. Creo que si algo mueve nuestro afán de seguir es la curiosidad. Los descubrimientos, la exploración de la tierra y la luna se deben a ese don.

La protagonista de De bestias y aves parece hermanada con Julia de Las hijas de Sara (Alianza, 2003) y con Dora de Las efímeras.Con perspectiva, empiezas a ver que los temas, espacios y personajes se parecen. La naturaleza, la huida, el aislamiento; Betania, con esa comunidad de mujeres autosuficientes… Hace años, durante la promoción de Viajes Inocentes, una periodista me preguntó por qué todos esos relatos estaban protagonizados por mujeres. Sinceramente, no me había dado cuenta. Para mí es natural que mis personajes sean mujeres. Llevo leyendo a escritoras toda mi vida. Julia, Dora, Coro no son la misma. Dora es ruda, como una raíz retorcida de un árbol anciano; Coro es otro tipo de personaje, pero algo las une.

El proceso de escritura del libro se vio interrumpido por un suceso triste: la muerte de su padre. Abandonó la novela porque solo se sentía capaz de escribir poesía. ¿Le costó mucho dar con la voz de nuevo? ¿Cómo fue el reencuentro con Coro?No, no me costó. Con mi novela anterior, Las efímeras, estuve 13 años. Siempre que termino una novela, empiezo la siguiente. Y sigo con los poemas, relatos y traducciones. Antes hablábamos de un hogar en el que sentirte reconocida; muchas veces pienso que el hogar, un hogar obviamente inmaterial, es la novela porque siempre hay personajes esperándome. En el caso de De bestias y aves, el hecho, fue muchísimo más triste, pero a la hora de recuperar la novela y la voz, no fue traumático.

Traduce; y escribe poesía, relatos y novelas. En su caso, esos géneros se aparean y permean su escritura. De aves y bestias tiene un cierto lirismo. ¿Es buscado?Me interesa más cómo se cuenta, que la trama. No solo como escritora, me pasa como lectora. Para mí ha sido una alegría increíble que le dieran el Nobel a Jon Fosse, porque en su obra mayúscula, La Septología, cuenta poco, pero lo narra de una manera magistral e hipnótica. Como una letanía en siete libros. Esa maestría me hace rendirme ante el arte y la belleza. El vínculo entre mi prosa y la poesía es el lenguaje: su desnudez, elegir la palabra exacta, algo que se suele atribuir más a la poesía.

¿Cuáles son las autoras que le han hecho vibrar últimamente y por qué los recomienda?Tuve unos años de enamoramiento absoluto con Marguerite Duras, de leer todo lo que encontraba en la biblioteca. Fue un deslumbramiento, pero hay que tener mucho cuidado con su estilo porque es personalísimo. Con Jon Fosse pasa lo mismo. Te deslumbran, te hechizan, pero luego tienes que saber que eso ya lo han hecho Fosse y Duras. Iris Murdoch también me entusiasma. Tiene un estilo personal, pero menos peligroso. Según vas leyendo y escribiendo, todo esto te va permeando de manera consciente o inconsciente. Algunos escritores dicen que no leen mientras escriben. Es algo que no entiendo y que yo no conseguiría: si con algunos libros he tardado diez años.

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