OPINIÓN

El Gordo

Imagen de un bombo del Sorteo Extraordinario de la lotería de Navidad.
Imagen de un bombo del Sorteo Extraordinario de la lotería de Navidad.
Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
Imagen de un bombo del Sorteo Extraordinario de la lotería de Navidad.

Vaya, vaya, con los videntes, tiktokers, médiums, vendedores de crecepelo, influencers y un largo etcétera de personajes diletantes.

El otro día leía en 20minutos.es un artículo que te resumía las predicciones sobre cuál sería el décimo que se llevaría el Gordo de la Lotería de Navidad.

Por curiosidad, me guardé el artículo para comprobar hasta dónde puede llegar la estupidez de los que colaboramos con la existencia de todos estos vividores que se dedican a engañar a los que quieren ser engañados.

¿Creen ustedes que si algunos de estos vividores tuvieran el poder de saber qué número se llevará el Gordo, estarían en los medios haciendo el paripé, si no el ridículo?, ¿verdad que no? Pues, entonces, ¿por qué les dedicamos ni tan siquiera un minuto? Porque queremos saber lo que no sabemos, sobre todo, el futuro. Los 'abrazafarolas' lo saben, como saben también que vamos a pagar por cualquier cosa que nos digan del mañana.

No crean ustedes que solo estamos interesados en saber cuál será el Gordo o el futuro de la gente de a pie. Para nada. Los Estados se gastan lo indecible en predicciones. En su mayoría lo hacen para “saber” cuánto crecerá la economía, el paro y otras variables que les permitan administrar los recursos.

Y luego tenemos también los organismos internacionales que hacen lo mismo y que, sin ruborizarse, cada dos por tres modifican o revisan sus predicciones.

También lo hacen las empresas para intentar ajustar sus producciones. Es decir, saber el mañana es una necesidad y no solo económica.

Fíjense ahora en este titular de una publicación dedicada a la bolsa: “Se avecina una corrección en las bolsas, aunque no sabemos cuál será el detonante”. ¡Bravo! Y eso lo dicen equipos de analistas de bancos.

El mundo de los “videntes” está muy cotizado. Y es que hay una relación inversamente proporcional entre nuestro bienestar y el número de cantamañanas.

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