Uno de los hombres más sexy del cine cumple hoy 60 años sin que el encanto, la fascinación y la locura que levanta a su paso hayan menguado nada.
Tenía 25 años cuando el cine nos lo entregó en forma de ladrón seductor en Thelma&Louise. Ya antes de eso, su corazón había estado ocupado, si bien fue su papel junto a Geena Davis y Susan Sarandon el que lo puso en el ojo y los corazones públicos. A partir de esa película empezó a funcionar su contador amoroso, con algunas novias relevantes, como Gwyneth Paltrow, y una boda con la protagonista de Friends, Jennifer Aniston.
Pero nada comparado con el fervor que levantó su romance, al principio clandestino, con una actriz potente, guapísima y sensual, como Angelina Jolie. Su unión dio lugar a un apodo que todavía se usa hoy para referirse a ellos como lo que fueron, una pareja brutal: los 'brangelinos'.
Angelina Jolie y Brad Pitt estuvieron juntos once años, dos de ellos casados. Se conocieron en la película Mr y Mrs. Smith, pegando tiros y desconfiando el uno del otro. Allí, a balazo limpio se enamoraron, aunque él seguía casado con Aniston y la cosa pintaba mal.
Cuando el mundo se enteró de que los dos bellos actores estaban enamorados, enmudeció. No podía haber más química, física y complicidad que en ellos, cuando se miraban: él con sus ojos azules y su irresistible encanto. Ella, con su mirada verde felina y una boca excitante y única.
Al poco tiempo de empezar su vida en común, adoptaron dos hijos. Luego tuvieron tres biológicos y todavía adoptarían uno más. La familia se movia en bloque, como un pequeño ejército, a todas partes.
Rodajes, promociones, viajes, colegios, compromisos, eventos personales...., todo era compartido por el clan. Cuando Angelina se operó de una doble mastectomía para evitar el cáncer de mama que consumió a su madre, el enfermero fiel que la acompañó fue su marido. De Nueva Orleans a Francia (la segunda patria de ella), de Vietnam a África, de Nueva York a París... todo era felicidad en torno a los 'brangelinos' y su prole mestiza y exótica.
Pero las adicciones de él, especiamente al alcohol, llevaron a situaciones insoportables para Angelina y sus hijos. Brad ya no era un buen padre, sino un tipo molesto y violento que bebía hasta perder el control y el afecto de su familia.
La separación fue anunciada como si un presidente de los EE UU hubiera dimitido por corrupción o un cohete hubiera estallado en la luna. Paralizó a los medios en busca de una explicación lógica para tanta desazón pública.
Angelina Jolie fue inflexible. Creó un muro entre Brad Pitt, ella y sus hijos, que la apoyaron unánimemente en su dolorosa separación, en 2016. Él pleiteó, se curó de sus problemas y trató de encaminar su vida con un rumbo más saludable y estable.
Pero era tarde. La prole Pitt-Jolie se alineó del lado materno, hasta el punto de que uno de sus hijos lamentó haber tenido a Pitt de padre. Todos se cambiaron o quitaron el apellido Pitt. Brad, que ni en las circunstancias más adversas dejó de trabajar y de evolucionar como actor, siguió adelante, con intentonas para retomar el contacto con sus hijos y cero resultado práctico.
Pero el amor fraternal le ha dado de lado. Su vida con Angelina le proporcionó lo mejor y lo peor. Hoy, a sus 60 años, parece resignado a su suerte, quizás porque está enamorado de la joven joyera de origen español Inés de Ramón. Lo que probablemente no se sepa nunca es si sus hijos le han felicitado con una postal o una llamada al móvil. Extraño parece, pero seis décadas bien merecen una paz transitoria.
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