Gabino Diego tiene 57 años, pero sigue conservando esa risa contagiosa y ese halo de ingenuidad juvenil tan característico y que tantos papeles le ha traído. Una ingenuidad que se disipa al instante cuando empezamos a hablar de fotografía, como hoy, cuando nos damos cita en la Fundación Mapfre: "Desde hace bastantes años soy coleccionista de obra fotográfica". 

Colecciona rostros, momentos, como para hacer una película, la de su vida. "Yo con los 20 tuve una crisis, también tuve la de los 30 y la crisis de los 40; y cuando llegas a los 50 piensas todo lo que no has hecho o lo que debías de haber hecho… y ya es muy tarde. Pero nunca es tarde para hacer lo que tú quieres hacer", señala.

Por eso ahora está en el teatro, cumpliendo un sueño, el que anhelaba años atrás cuando veía a otros actores de gira con sus proyectos. Del 17 de enero al 25 de febrero en el Teatro Infanta Isabel estrena La curva de la felicidad, una obra en la que un hombre maduro afronta la crisis de los 50 después de que su mujer le abandone.

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"La mujer no deja a un hombre porque se ponga gordo, ni porque se quede calvo, le deja por otras razones", asegura. Un retrato de los hombres de su generación y ese miedo a la soledad en un mundo, como el de ahora, en el que la posición de la mujer con respecto al hombre ha cambiado, y es mucho más libre.

"La mujer ahora ocupa puestos que antes no podía, no ocupaba. También eso ha descolocado un poco al hombre. El hombre se tiene que acostumbrar. Y, por otro lado, que nunca se habla, el hombre también es una víctima", afirma. Decir esto hoy día tiene sus consecuencias, la primera, mi pregunta: '¿eres feminista?'. "Pero, ¿qué es el feminismo? Si es igualdad, entonces sí", responde dubitativo y nervioso, entre risas.

"¿Qué es el feminismo? Si es igualdad, entonces sí lo soy"

Desde que en los noventa ganó ese Goya por la película Ay Carmela o su inolvidable interpretación de El rey pasmado, han pasado ya varias décadas, pero para él lo de la edad no es un problema. "La edad es solo un número. Lo que cambian son cosas del cuerpo, pero la mente no", dice.

Aunque poco ha cambiado en él, sigue conservando ese alborotado y abundante pelo en la cabeza y eso no es fácil. Como tampoco lo es seguir estando, mantenerse en este sector, después de tanto tiempo: "Me siento afortunado de poder estar todavía aquí estrenando una nueva obra, con un proyecto nuevo, en esto hay que estar constantemente reinventándose de alguna manera".

JORGE PARÍS HERNÁNDEZ

Él lo lleva haciendo toda la vida, por eso empezó tocando en el metro, el único escenario del que disponía para demostrar su arte. "Eso fue porque mi padre trabajó en Londres, entonces yo veía a los músicos ambulantes. Estamos hablando de los años 70, músicos que venían de la India, que iban descalzos y cantaban y con el dinero que ganaban, comían y viajaban a otro lado. Y a mí siempre me gustó eso… un día vino mi madre con sus amigas a verme actuar a la calle y me echaron dinero y todo", recuerda con cariño.

El protagonista de Los peores años de nuestra vida hoy rememora algunos de los mejores rodeado de fotografías, esas que colecciona como fotogramas de una película.