Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Los pecados de nuestros hijos

Rodolfo Sancho, ante la prensa en Tailandia.
Rodolfo Sancho, ante la prensa en Tailandia.
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Rodolfo Sancho, ante la prensa en Tailandia.

Probablemente Rodolfo Sancho y Cándido Conde-Pumpido no se hayan visto en la vida. Ni falta que les hace. Sin embargo, dos hechos fatales, sobre los que una parte de la sociedad ya ha dictado sentencia, han hecho que sus vidas discurran paralelamente. Ignoro qué hay de cierto en la información sobre las causas penales de sus hijos, como también desconfío de la especulación pútrida y obscena de correveidiles, imbéciles y alcahuetes de tertulia de sobremesa. Me repugna la depravación cotilla, la truculencia mórbida de los ganapanes que viven de manosear la vida de los demás, verdaderas rémoras sin piedad que esconden sus propias excrecencias debajo de una alfombra. Basura. Ignoro también si los libros de estilo y ética periodística conciben con normalidad que el sujeto del titular de la noticia sea "el hijo de", un reclamo consanguíneo y paternofilial para mayor gloria de la captación de la atención del lector ávido de bajas emociones.

Absténgase, quien quiera que tenga la tentación, de imputar culpas a los ascendientes por los pecados de los hijos, del mismo modo que eviten culpar a los hijos de los errores de sus padres. Habrá que remontarse a Ezequiel 18:20 en la Biblia, un profeta que profesaba un inapelable sentido de la libertad individual escasamente acorde con la época, para rememorar sus palabras: "El alma que peque, esa morirá. El hijo no cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él". 

Pues va a ser que no. En España la responsabilidad penal es retrohereditaria y parece recaer en el padre o en la madre que concibió al eventual delincuente. Eso sí, con una monstruosa diferencia: en el primer caso, Rodolfo Sancho no forma aparentemente parte de ninguna de las dos Españas que se embisten en una semana de investidura, mientras que Cándido Conde-Pumpido va a ser el árbitro que, con su voto de calidad en el Tribunal Constitucional, dirima la posible inconstitucionalidad de la ley de amnistía. Caín o Abel a juicio de la nación binaria en la que vivimos. Por esa razón, al primero se le observa con abatimiento y conmiseración, mientras que al segundo no han faltado quienes se le han lanzado a la yugular por el posible delito de su hijo.

Rodolfo Sancho no forma aparentemente parte de ninguna de las dos Españas que se embisten en una semana de investidura

Pues bien, en ningún caso la responsabilidad es de los padres. Ni de mi buen amigo y compañero Rodolfo Sancho ni del magistrado Conde-Pumpido, sobre el que no tengo una opinión óptima de su desempeño forense, pero sobre el que nunca arremetería abyectamente por un posible delito que él no ha cometido. Sería y es injusto. Piensen que mañana les tocara a ustedes. O quizá ya les ha tocado y no lo quieren reconocer

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