Cada seis semanas, y hasta en diez ocasiones, la presidenta del BCE ha subido al púlpito para anunciar que los tipos de interés subían. La traducción de sus recetas económicas era cruda para con nuestro gremio, el de los hipotecados: la próxima revisión volvería a disparar la letra.
Ayer, a la undécima, Lagarde aflojó la soga para dejarnos respirar y anunció que, de momento, para las subidas. El optimismo apenas duró unos segundos, antes de que Lagarde advirtiera del fantasma que ya espera a la vuelta de la esquina: la guerra de Oriente Próximo y su efecto sobre el precio del petróleo... el efecto mariposa sobre el resto de todas las cosas. Y eso no pinta nada bien.
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