Paloma Martín-Esperanza Doctora en Historia Antigua
OPINIÓN

¿Seguro que piensas en el Imperio romano?

Batalla final entre castrexos y romanos en Arde Lucuss 2023.
Batalla final entre castrexos y romanos en Arde Lucuss 2023.
Carlos Castro vía Europa Press
Batalla final entre castrexos y romanos en Arde Lucuss 2023.

La cultura contemporánea juvenil, a caballo entre TikTok y el skatepark, se ha hecho eco en las últimas semanas de un nuevo fenómeno: pensar en el Imperio romano. Roma se ha hecho viral tantas veces a lo largo de la historia, desde el Renacimiento hasta Napoleón, que a los historiadores no nos sorprende este nuevo furor. Sin embargo, en los tiempos del Barbicore, cuando las tendencias suben y bajan de manera disparatada y voraz, cabe preguntarse si esta aparente reflexión constante de los hombres sobre el Imperio romano es un fenómeno sobre el que detenerse o, por el contrario, una tontería anglosajona más.

Todo comenzó cuando, hace más de un año, en agosto de 2022, la influencer sueca Saskia Cort, tras varios intentos fallidos por comprender la mentalidad masculina, hizo una pregunta a sus seguidores: “¿En qué piensan los hombres?”. Una chica, después de haber preguntado a su novio, respondió: “1) Pensamientos sobre nada y 2) Pensamientos sobre el Imperio romano”. La cuestión se hizo viral en Suecia el pasado septiembre, pero no ha sido hasta ahora cuando ha viajado por todo el mundo, después de que el sueco @gaiusflavius, un usuario dedicado a la recreación histórica, retomara la cuestión en Instagram, esta vez en inglés. Mujeres de todo el mundo han preguntado a sus parejas cuánto piensan en el Imperio romano y, sorprendidas de que hayan respondido “frecuentemente”, “tres o cuatro veces al día” e, incluso, “todos los días”, lo han publicado en las redes sociales. El propio Elon Musk, aspirante a ser “emperador de Marte”, se ha sumado a la conversación, convirtiendo el Romansplaining en un fenómeno mundial que ha venido para quedarse. Sobre todo, por el tirón que tiene para la industria del entretenimiento, con el foco puesto ya en el estreno de Gladiator 2 en noviembre de 2024.

En una sociedad como la nuestra, en la que la cultura se convierte aleatoriamente en un producto de consumo de masas, explotado por las grandes corporaciones y sus magnates, conviene preguntarse a qué se debe el éxito del Imperio romano entre el público masculino. Sin ánimo de caer en los tópicos, que pasan por reivindicar como romanos nuestros sistemas de gobierno, nuestra lengua o nuestras costumbres, lo cierto es que aquella ciudad del Lacio, capaz de conformar un Imperio que se prolongó por todo el Mediterráneo durante ocho siglos, ha permanecido como el principal referente de la cultura occidental. Sus logros fueron innumerables -el derecho, el concepto de ciudadanía, la constitución mixta, la ingeniería civil o la milicia-, por no hablar de la larga lista de personajes ilustres convertidos en grandes de la Historia. Qué duda cabe de que Roma es fascinante, si bien es cierto que también otras culturas lo han sido -pensemos en la cultura andalusí o en la milenaria China-, y sin embargo los hombres no piensan en ellas tres o cuatro veces a la semana.

Un mundo de gloria, sangre y virilidad

La respuesta pasa inevitablemente por una reflexión histórica. No es que Roma fuera más masculina que otras civilizaciones, sino que lo que hemos recibido de ella siglos después sí que lo es. En primer lugar, del Imperio romano ha sobrevivido toda una iconografía relacionada con el poder y el erotismo. Los retratos de los emperadores, a menudo vestidos con su coraza militar, nos trasladan a un mundo de gloria, sangre y virilidad. Lo mismo sucede con la desnudez del cuerpo femenino en la escultura, a veces matizada por sugerentes telas transparentes. Y qué decir de los textos, escritos por sonoras voces como las de Cicerón o César, donde se nos refleja un mundo aristocrático a caballo entre la guerra, la política, el deseo y el ocio.

Estos cuatro aspectos han sido conscientemente explotados hasta el extremo por la cultura contemporánea, primero en el teatro y la ópera y, después, en las novelas, el cine y las series, creando una imagen ficticia pero reconocible del mundo romano. Un producto, al fin y al cabo, vendible para un amplio conjunto de población que ha crecido con esos referentes y que, más allá del conocimiento histórico, cada vez más ausente de los programas educativos, sabe reconocer a un esclavo y a un gladiador. Es este Imperio romano, recreado y ficcionado, en el que piensan algunos hombres. Como ha señalado Gloria Mora, la Antigüedad ha tenido siempre un público diverso y sus interpretaciones han sido múltiples, pero tal vez estamos asistiendo en directo a un debate mayor, el que enfrenta los estudios académicos con la industria del entretenimiento y, en consecuencia, con la percepción popular del pasado.

*Paloma Martín-Esperanza es Doctora en Historia Antigua y miembro del proyecto de investigación ANTIMO.

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