Como a cualquiera, ni más ni menos, con toda la naturalidad del mundo. Así es cómo hay que tratar a cualquier persona, atentos a su individualidad y ajenos a las etiquetas y prejuicios. A todos y cada uno de aquellos que se crucen en nuestro camino. Por supuesto, también a las personas con discapacidad.
Da igual que lo que esté afectado sea su intelecto, su visión, su marcha o su oído, son Pedro, María, Jaime y Rocío. No son bichos raros, no hay que ponerse nervioso ante ellos, como si tocara establecer contacto con una especie alienígena por vez primera. Son seres humanos, como cualquiera. No debería resultar tan difícil.
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