Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

Bailar y votar

Un hombre deposita su voto en una urna en un colegio electoral de Valencia.
Un hombre deposita su voto en una urna en un colegio electoral.
Biel Aliño / EFE
Un hombre deposita su voto en una urna en un colegio electoral de Valencia.

Admitámoslo como un axioma: Si bailar pegados es bailar, votar bien -aunque le pese a Vargas Llosa- es votar en libertad. Y eso será posible en toda España el próximo domingo. 

A lo largo de los últimos meses se han prodigado los vendedores de desconfianza y los estrategas de la polarización. Algunos han practicado el insano deporte de mentir compulsivamente para deshumanizar al adversario y menospreciar sus argumentos e ideas. 

El modelo ‘trumpista’ ha hecho acto de presencia en nuestro país radicalizando mensajes, sembrando dudas, fabricando negatividad. 

La campaña electoral, convertida en un triste espectáculo, ha colmado la paciencia de muchos ciudadanos. Ha sido tal el desasosiego creado que, incluso a columnistas de buena fe, les ha dado por anunciar como inexorable la llegada de una marea azul. 

No obstante, hay que recordarles a los agoreros que nada está escrito, que el voto es una herramienta a nuestro alcance para aupar o descabalgar, para premiar, castigar, perpetuar o renovar a los prohombres de la patria. No ejercer el voto, en el fondo, es una variante estéril de hacer política. 

La abstención es maná del cielo para los que nos quieren escépticos, desorientados y descreídos. 

Cuando el ciudadano vota introduce en la urna un átomo de sí mismo, de sus deseos y esperanzas. Observen, votar y bailar tienen mucho en común. Paulo Coelho decía:“Cuando bailas puedes disfrutar del lujo de ser tu mismo”. 

Pues bien, cuando votas la sensación de ser uno mismo también es total.

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