OPINIÓN

Con el táper a cuestas

A la hora de elegir un táper para el almuerzo en la oficina, mejor que tenga compartimentos
Un táper con compartimentos.
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A la hora de elegir un táper para el almuerzo en la oficina, mejor que tenga compartimentos

Los españoles cada vez estamos más concienciados con el hecho de no desperdiciar comida. Algunos dirán que es por culpa de la crisis económica, que ha hecho que cada miembro de la familia mire más el bolsillo, y otros porque como sociedad estamos avanzando. El último informe publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación hace ver que nos gastamos más dinero en productos que llevarnos a la boca, pero que consumimos menos cantidad, y quizá el hecho de comprar sin nadar en la abundancia sea el gran reflejo de los resultados. Ahora bien, algo sí que ha cambiado entre la gente.

Cuando acudimos a un restaurante a comer, lugares donde también al parecer se tiran al contenedor menos alimentos que antes, ya no nos da vergüenza pedir que el medio entrecot que se ha quedado en el plato y las patatas fritas nos lo pongan para llevar. Quizá salven la próxima cena del típico día tonto que no apetece cocinar. Los establecimientos tienen obligatoriedad de permitir al cliente que se lleve sus sobras, que para eso las ha pagado. Si uno se fija detenidamente en las mesas de alrededor, se da cuenta de que cada vez a más personas les da menos rubor llevarse el táper a cuestas. A principios de siglo, en tiempos de bonanza, dirían por lo bajini el resto de comensales: "Ahí va el rácano de turno".

Recuerdo también cuando hace algo más de una década estuve una temporada viviendo en Edimburgo. Cuando iba al supermercado me llamaba la atención cómo en los de la cadena Tesco había una esquina de estanterías refrigeradas bajo el nombre de "Reduced" en color amarillo. Allí era donde iban depositando a lo largo del día los productos que iban a caducar y que a la mañana siguiente no podían vender, reduciendo durante la jornada un porcentaje del precio cada vez mayor. 

Yo, al ser en aquel momento un veinteañero que miraba al dedillo cada libra, trataba de acudir a partir de las ocho de la tarde, ya que era cuando el descuento hacía que casi te pagasen por llevarte la comida. Mi sorpresa fue cuando hace unos pocos años vi este mismo mecanismo en establecimientos españoles. En ese momento supe que algo estaba cambiando en nuestra sociedad, y tal ha sido el avance que no nos da vergüenza incluso llevarnos un táper si vamos a comer a casa de un amigo una paella. El arroz al día siguiente bien rico que sigue estando.

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