Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La trampa del 'love is love' y el Orgullo LGTBI+

Ilustración de Efe Suárez
Ilustración de Efe Suárez
Efe Suárez | Borja Terán
Ilustración de Efe Suárez

El amor es un argumento que pocos se atreven a rebatir. Y, claro, los prejuicios sobre el colectivo LGTBI también se han intentando desactivar con un fácil "cómo no va a poder amar una persona a otra por su sexo". A veces, como entonando un indulgente: "pobrecillos, que amen". Así ha surgido el aplaudido lema 'Love is love'. Da igual la sexualidad e identidad, lo importante es el amor. Perfecto para estampar en camisetas y utilizarse como eslogan de marcas comerciales que se sienten más modernas auto-proclamándose estandartes del querer. Eso sí, sólo en el mes de junio. No vaya a ser que el romanticismo se nos vaya de las manos.

El buenismo ha ayudado como un paso iniciático para que los que estigmatizan se acerquen a la diversidad que conforma la sociedad y que antes se escondía en rincones. Pero las frases de taza no sirven para demasiado en la cruda realidad del día a día. Porque, que nadie se confunda, la reivindicación del Orgullo LGTBI no va de tener amor, va de poder ser como eres. Aunque nadie te quiera. Aunque estés solo sigues siendo heterosexual, transexual, lesbiana, bisexual, gay... Y deberías continuar viviendo con los mismos derechos que el resto. 

Sin amor también mereces vivir en igualdad. Sin ser un ciudadano de segunda. Sin tener que ser más valiente que los demás. Sin que te discriminen, insulten u opriman por haber nacido en una minoría. La deshumanización no va unida a si estás enamorado o no. Lo vemos en los colegios con niños que todavía ni siquiera saben qué es eso de amar y padecen el sufrimiento del bullying al chillido de 'maricón' o 'bollera'.

Sin embargo, al enfocar los derechos LGTBI, aún suena en los medios de comunicación la paternalista frasecita de "cómo no van a poder amar con lo bonito que es". A la que muchos añaden: "que cada uno por la noche haga lo que quiera en su casa". Y, mientras lo dicen, se creen abiertos de mente. Pero ese discurso oculta cómo no somos tan integradores como pensamos. Porque a una persona cis heterosexual jamás se le relega su sexualidad a la intimidad. Al contrario, su heterosexualidad impregna con naturalidad cada ámbito visible de su vida, pues no se asocia a nada sórdido que haya que disimular y edulcorar. Sin embargo, todavía hay una cultura incrustada en muchas cabezas que envía a las personas LGTBI al ámbito de la "discreción". Como si estuvieran haciendo algo malo que barrer debajo de las alfombras.

Históricamente la manifestación del Orgullo LGTBI intentó romper con ese silencio impuesto a través de la fiesta de la provocación que invita a que miren hasta los que no querían ver. Pero cuando las luces de colores se apagan y se guardan en una caja las pancartas con las fraudulentas expectativas de las proclamas del "siempre triunfa el amor", la realidad nos enfrenta a una condescendencia que sigue haciendo de menos a minorías. Incluso poniendo en la diana los derechos humanos que compartimos las personas por nuestra propia existencia, no por compasión del positivismo de las frases vacías de Mr. Wonderful. Frases que también evidencian que todavía hay bastantes que no se han percatado de que la diversidad LGTBI es transversal. Porque la diversidad es intrínseca a la propia vida. Porque todos somos.

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