Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

El verano del Autoamor

Prigozhin frente a miembros del grupo Wagner.
Europa Press

El mundo tembló otra vez el sábado y el lunes volvió a su rutina de calma jalonada por sustos. Bancos del mundo tiemblan cada mañana y luego se rehacen. Rusia ha dado un susto al que nadie ha prestado atención. Aparte los profesionales, que tampoco entendían nada pero estaban en sus puestos, en su oficio, que es la escucha atenta, el resto tenía muchas cosas que hacer, como corresponde al fin de semana de junio. Los únicos que escuchan son los espías, las innumerables agencias secretas y sus antenas prodigiosas, que monitorean el móvil, el cacharro caliente que llevamos en el bolsillo, en la mano.

Cuanto más se insiste en algo, en la escucha activa, menos se practica. Sólo se escucha para sobrevivir y disfrutar, que ahora es lo mismo y se ha acelerado. Tras los CRACKS y SHOCKS en dientes de sierra de los últimos años el gentío se ha volcado en el gozo y la felicidad compulsiva y quien no puede aspirar esas utopías del low-cost universal emigra a lugares donde, al menos, no te matan ni te mueres de hambre. Sobrevivir es disfrutar y viceversa: Miguel Pardeza cita a Lucrecio en su librito de aforismos La cola del cometa. Lucrecio está en el ajo.

Al amor tradicional y sus variantes le ha sucedido el Autoamor y el verano del 2023 es el verano del Autoamor, que es el clímax del egotrip y la euforia verbenera + comisiones. Las comisiones mueven el sistema; el pago con tarjeta vivifica el menudeo de los bancos, que además de la comisión obtienen la info de gasto en tiempo real: más info que las GAFA juntas y las agencias de espías del mundo. Los bancos lo saben todo. El negocio de los bancos es el miedo, lo que justifica que sostenerlos sea la prioridad del sistema y de cada persona que tenga una cuenta corriente en números no rojos. La pandemia, entre otras cosas, se comió el dinero papel. Aun están valorando qué más se llevó y trajo el pandemónium del virus.

Este finde Rusia ha escenificado una demo de shock mundial al que nadie ha prestado atención porque (microencuesta informal):

A) Estaba de rebajas.

B) Estaba cosechando y no hay apenas nada que cosechar.

C) De vacaciones o preparando las vacaciones.

D) De finde.

E) Consultando a mis influencers de cabecera.

F) ¡Trabajando!

Lo de Rusia no ha emocionado. España vive su verano del Autoamor. España y sus 55 millones de turistas previstos –récord absoluto–, viven su verano del Poliamor, que es la excusa o pretexto que recubre, como una membrana epistemológica, el Autoamor. Tras el déficit de excesos de estos años el gentío quiere disfrutar y/o sobrevivir, que es parecido o igual (según zonas y PIBs). Los conciertos, la verbena, el playerío, la montaña sagrada, aviones y AVEs… Todo está a una app o a una tarjeta de plástico con un chip dorado y luego ya veremos. Los felices veinte llegan por fin y por eliminación al verano hispano, que va a ser un hedonicidio (hedonismo a presión). El verano se ha llenado de cuerpos y, como pasó en la primera transición, ha llegado el destape. No ha habido otra transición pero hay otro destape. El choque entre el puritanismo y el Autoamor ya muestra los primeros roces.

Los felices veinte llegan por fin y por eliminación al verano hispano, que va a ser un hedonicidio (hedonismo a presión)

Todo ha cambiado, sí. El cielo, por primera vez en la prehistoria de la humanidad (desde este minuto hacia atrás todo es prehistoria), muestra el desfile de cien satélites en fila, como corderitos visibles a simple vista (Starlink). Esto es un engorro para ver los astros, pero pronto habrá 80.000 cacharros dando vueltas ahí arriba. La conexión llega hasta Alaska. Pueblos remotos de España olvidados de las cableadoras van a tener wifi asequible. Las cableadoras presionan a las autoridades para cobrar por los dos lados: a los clientes (a los que ya cobran) y a las GAFA y similares, que usan su ancho de banda. Cobrar por los dos lados, el auténtico Autoamor sectorial.

La autoestima y la indulgencia propia son mercados florecientes. Así que el Autoamor se expande por el streaming espiritual. La emisión permanente del yo urbi et orbe es otra forma de quererse... y de prosperar. En décadas anteriores fuimos reconvertidos a empresas individuales y hay una promoción o generación que ya ha crecido con ese meme incrustado en el epigenoma: es su forma natural de ser, venderse y estar. Y por eso el streaming es el espíritu del comercio y el tren de satélites su emblema polar.

Solo faltaba la súbita popularidad del tipo que por unas horas ha plantado cara y cañones a Putin; un tipo que estuvo en prisión por robar y pasó de vender perritos calientes a ser amigo del jefe y a manejar un imperio chungo más influyente que muchos países: mercenarios, asesinos a sueldo, granjas de trolls. El éxito de Prigozhin advierte, avisa del desmesurado prestigio de la gastronomía y de la fragilidad de las dictaduras. 

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