Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Mari Carmen, adiós a la ventrílocua que podía mover los labios

Mari Carmen y Doña Rogelia
Mari Carmen y Doña Rogelia
RTVE
Mari Carmen y Doña Rogelia

Alguien se queja en Twitter de que los medios están titulando mal la muerte de Mari Carmen y sus muñecos. "Sus muñecos no han muerto", recalca. Ya, son de trapo. La textualidad que se predica y se sobreactúa en las redes sociales a veces no permite licencias. Todos conocíamos a Mari Carmen con el apellido de 'sus muñecos', por qué cambiarlo ahora. 

De hecho, la realidad es que sus muñecos han muerto con ella, pues ella es quien los daba vida gracias al complicado arte de representar una expresiva conversación a dos siendo solo uno. Pero no son buenos tiempos para las metáforas, menos aún en una despedida. 

Mari Carmen y sus muñecos han fallecido. Con Mari Carmen se van Doña Rogelia, Daisy, Nícol y Rodolfo y, también, acaba una época del humorismo nacional que brilló en la tele y, también, en algún pinito en el cine junto a Lina Morgan en La graduada. Siempre con sus muñecos. Aunque Mari Carmen era tan cómica que no necesitaba la precisión de la ventriloquia que no mueve ni un ápice los labios para emocionar a millones de espectadores. Eso era lo menos importante. 

Su fuerza empática estaba en sus dardos corrosivos que provocaban una carcajada al unísono porque nos enfrentaban a cómo éramos, a cómo era un país que creíamos que sabía lo que había sido y lo que no quería volver a ser.  La cruda realidad entra mejor vista con el humor. Más aún si viene envuelto en la ingenuidad infantil de una traviesa marioneta.

Doña Rogelia fue una gran exponente de la comedia de las picardías de la  España del siglo XX. Hablaba en boca de tantas abuelas que no habían tenido voz. La vecina más ilustre de Orejilla del Sordete llegó incluso a ser compresentadora estelar con Mari Carmen de un show de prime time en La 1 de TVE, 'Ay, vida mía'. Juntas, en los primeros años noventa, entrevistaron a Joaquín Prat, Montserrat Caballé, Olivia Newton-John o Antonio Gala, al que hasta preguntó sobre sentirse solo.

"Yo creo que de soledad sabemos todos, porque si la soledad manchara yo creo que no había agua, ni con años de lluvia suficiente, para lavar la mancha de la soledad. Lo peor es la gente que está sola estando acompañada. Porque si estás solo físicamente, te queda la esperanza. Pero si estás acompañado físicamente y estás solo, te queda la desesperación", reflexionó el autor frente a una Doña Rogelia atenta. Ese era el éxito de la ironía gruesa de Mari Carmen, tenía el punto de maldad lo suficiente ingeniosa para que, entre risa y risa, delatara los tabúes de la sociedad con la que crecimos, una España que había saltado del blanco y negro al multicolor. Y, a menudo, se descolocaba entre tanta gama cromática. 

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