Entrevista

La abogada Sol Otto, autora de 'La vida de Ángela', retrata el éxodo rural desde el punto de vista femenino

Sol Otto, autora de 'La vida de Ángela'.
Sol Otto, autora de 'La vida de Ángela'.
CEDIDA
Sol Otto, autora de 'La vida de Ángela'.

Sol Otto es doctora en Derecho, abogada y profesora de Derecho Constitucional en la UNED. Pero por encima de su perfil legalista, late su pasión por la escritura, que la lleva de redactar demandas a recitar versos. Nacida en Barbastro, Huesca, acaba de presentar su primera obra de ficción, La vida de Ángela (Rasmia ediciones), un homenaje a las mujeres que cambiaron la vida rural por el desconcierto de la ciudad. 

¿Qué tienen en común las leyes y la literatura?Aparentemente, poco. Pero bastantes de los autores más importantes de nuestras letras son gentes de Leyes o que estudiaron Derecho: Camilo José Cela, Miguel Delibes, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, José Pla, Julio Llamazares, Antonio Gala… Y solo cito algunos de los que me vienen así, sin pensar. Muchos olvidaron sus orígenes, pero estaban ahí. El buen profesional del derecho es cuidadoso con el lenguaje. Es un arma importante que hay que utilizar bien. La claridad y la precisión son necesarias. Y en el oficio de abogado la palabra ha de servir, sobre todo, para convencer. No hay tanta distancia entre esos dos mundos. O no la hay para mí.

¿Cómo se llega a la escritura desde la profesión de abogada?No he hecho ese viaje. He escrito siempre, desde antes de empezar mis estudios de Derecho y he seguido escribiendo. Mi afición a la literatura es antigua. Publicar es otra cosa. He publicado poesía y cuentos, además de mi tesis doctoral sobre un aspecto de la institución monárquica en la Constitución y varios trabajos relacionados con mi profesión. La vida de Ángela es mi primera novela, sí, pero los abogados escribimos mucho, algún juez socarrón diría que fabricar cuentos no nos es ajeno

¿En quiénes están inspirados los personajes de Ángela y Jaime?José Pla decía que solo sabía escribir de lo que conocía. Y Ramón J. Sender, llevó a la novela, entre otras, una historia real que presenció como periodista: el suceso de Casas Viejas, de título Viaje a la aldea del crimen. Ambos eran periodistas y eran muy buenos cronistas. Ángela voló sola casi desde el principio, Jaime también. Se impusieron a la idea original que sí tenía una inspiración en alguien próximo. Han sido muy rebeldes, he tenido que ir donde ellos me han llevado. Y, desde luego, me he dejado llevar encantada. Hay muchas mujeres de carne y hueso que podrían ser Ángela, mujeres reales, que podemos sentir muy próximas.

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La escritora, en una de sus presentaciones.
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¿Cuántas historias personales que le han contado a usted están en esta novela?Delibes decía, con humildad, que no sabía si sabía escribir, pero sí tenía claro que tenía buen oído. Yo algo de buen oído también tengo, salvando las distancias. Historias personales concretas no hay en La vida de Ángela, sí hay situaciones, objetos, expresiones…Y un espacio y un tiempo que sí son reales. Me han dicho que mis personajes secundarios son importantes y certeros. Es posible, he recreado personajes que podrían ser así, son creíbles. Y, algunos, divertidos. No es la realidad, pero podría.

Es un homenaje a las abuelas de antes, las que salieron del campo para vivir en una ciudad que les era hostil. ¿Cómo nos influyeron esas mujeres en el fondo tan valientes?Mi novela arranca con un éxodo real en un tiempo determinado, pero va más allá. Me interesaba este enfoque porque yo creo en la mujer que toma las riendas de su vida y Ángela responde a esta idea. Hubo muchas que afrontaron cambios en ese pasado próximo y nos enseñaron, acaso sin saberlo, que hay que salir adelante solas, sin ayuda de nadie, con decisión y coraje. Lo que en Aragón llamamos "rasmia", que supone, también, que hay que persistir en lo que se emprende, que hay que ser tenaz para conseguir lo que uno se propone.

La poesía requiere sosiego y un estado de ánimo especial

Usted nació en una localidad oscense que ha dado grandes nombres, como Manuel Vilas e Inés Planas. ¿Lee a estos autores¿ ¿Cree que hay un boom de escritores aragoneses?Mi profesor de literatura era, además, director del periódico de mi ciudad, un periódico centenario, que resiste. Y en esta ciudad, pequeña, se convocaba desde mi infancia, un premio de Poesía Hermanos Argensola - en honor a los célebres poetas nacidos aquí- y otro de Novela corta. Y en mi madurez se creó aquí un Centro de la UNED, que ha dedicado gran parte de su actividad a la promoción de la cultura, de las letras y las artes, en general. Una suerte. Contamos con varias librerías importantes y muy bien surtidas, que promocionan la lectura con actos y presentaciones diversos a lo largo de año. Hace unos días un librero señalaba que habría que denominarla Ciudad Literaria…Sí es una suerte haber nacido en Barbastro, voy a decir el nombre, que no sale para nada en la novela, por cierto. Hace no mucho, oí un comentario en la Radio, no recuerdo el programa, en el que se afirmaba que en Aragón ha habido mejores pensadores que escritores. Tampoco es mala afirmación. Para mí, han pasado buenos escritores aragoneses a la historia. 

¿Escribirá más novela o le resulta más reconfortante la poesía?Tengo avanzada una novela, otra cosa es que llegue a buen puerto. Yo veo cada vez más tenues los límites entre géneros. Sí escribiré novela en el futuro. La Poesía requiere sosiego y un estado de ánimo especial. Es posible que me reconforte más, siempre he escrito poesía y sigo escribiendo, pero no siempre está lista para ver la luz. Estoy ahora con una serie de poemas un poco entre la copla y el rap, una mezcla extraña muy diferente a lo que tengo escrito hasta ahora, pero que me seduce y divierte a un tiempo.

Sol firmando libros.
Sol, firmando libros.
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¿Qué diría a quien huye de la España vaciada para asentarse en las ciudades?Desde fuera, idealizamos la vida en los pueblos, tampoco es perfecta. En mi novela digo algo de esto. Aquí sí tengo algo de deformación profesional: en los pueblos pequeños los odios y las rencillas son tremendos, violentos y eternos. Es cierto también que muchas ciudades se han hecho irrespirables. A mí, que amo la naturaleza, me costaría vivir en una gran ciudad. Pero aconsejar en esto se me hace difícil. La vida en un lugar pequeño puede resultar atractiva, si se tienen facilidades para no desconectar del resto del mundo: buenas comunicaciones, buenas conexiones y los servicios esenciales. Y si se ama la naturaleza.

Un pueblo en el que se retiraría, cuando termine su carrera a escribir. Y una ciudad.Seguiría aquí, en esta ciudad medianita -que ha sido un personaje más de mi novela- la que me vio nacer y en la que elegí vivir. Que me gusta, aunque, a veces, me duele. Rodeada de campo y librerías. No me retiraría a un pueblo pequeño, no. Y ciudad, a falta de París, ese sueño romántico que ya no se cumplirá, Zaragoza donde estudié y en la que me encuentro como en casa. Yo es que soy muy de la tierra.

Un pueblo donde vivir, el mío, y una ciudad, a falta de París, me quedo con Zaragoza, donde estudié
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