Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Exhaustos del opinólogo que llevamos dentro

Pablo Motos, Barrancas y Juan del Val, en 'El hormiguero'.
Pablo Motos, Barrancas y Juan del Val, en 'El hormiguero'.
20minutos | ATRESMEDIA
Pablo Motos, Barrancas y Juan del Val, en 'El hormiguero'.

El auge de las redes sociales nos invita a intentar demostrar al mundo que tenemos voz, que contamos con opinión propia. Aunque la realidad nos diga que no tenemos idea de casi nada. La vida es convivir con más preguntas que respuestas. La vida es incertidumbre. De hecho, durante años, esa incertidumbre se ha convertido en el motor de la televisión y la opinión también se ha colocado en el epicentro del protagonismo mediático. Hasta en espacios de pretendido divertimento familiar como El Hormiguero. Es más fácil emitir un debate que ingeniar un experimento, y encima otorga el regustillo de sentir la influencia. 

Debates de política, debates de corazón, debates de actualidad, debates de barra de bar. Hay que tener opinión de todo. Vivimos rodeados de opinión, opinión, opinión. Incluso este es un artículo de opinión. Incluso, a veces, entre tanta opinión, se ponen los derechos humanos a debate. Nos han dicho que debemos opinar y lo ejercemos sin percatarnos de que no todo requiere de nuestra opinión. No todo es opinable. Pero da igual, la excusa de "es mi libertad" permite soltar cualquier barbaridad sin sentimiento de culpa. La opinión se ha convertido en una especie de show en el que participamos todos en vivo y en directo. Un reality en el que el premio son un puñado de simpáticos 'likes'.

Pero tanto dictamen público, viral y retuiteado, nos ha dejado exhaustos y la televisión, como medio de masas, ya va evidenciando, poco a poco, que la sociedad demanda un respiro ante tanta controversia. Como consecuencia, resurgen programa de entretenimiento clásico que se alejan del choque ideológico y la efervescencia opinóloga. La audiencia se pasa a la risa intrascendente de Alfonso Arús, Tu cara me suena mantiene grandes datos de audiencia -a pesar de vivir una temporada grabada hace meses- y Pasapalabra continúa infalible. Aunque ya no estén Rafa y Orestes en el rosco. 

Pero la discusión es barata, la inventiva es más cara. Y opinándonos encima nos creímos influyentes, pero quizá sólo estábamos distraídos intentando que alguien nos diera la razón. Escuchar, dudar y proteger el criterio contrastado es menos divertido: puede desmontar nuestra propia opinión. 

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