La coronación, mejor con guionistas

Carlos III y Camila han salido al balcón de Buckingham para saludar a la multitud congregada.
Carlos III y Camila han salido al balcón de Buckingham para saludar a la multitud congregada.
AP
Carlos III y Camila han salido al balcón de Buckingham para saludar a la multitud congregada.

La coronación de Carlos III ha sido tan desmesurada como los años que llevaba él esperando a celebrarla. Toda una vida desperdiciada en la espera, una esposa engañada con la amante, una esposa sólo para procrear, una incubadora.

Las series han superado la realidad de las casas reales. Ha pasado la coronación de Carlos III y en su enormidad y despilfarro no ha sido nada más que tedio. Cuatro vestidos y chatarra de medallas de guerras olvidadas: la de Crimea, (la de 1854, la vigente hoy es de 2014), la invasión de Irak y Afganistán en la que participó y de la que alardeó el príncipe Harry/Enrique, que en la coronación de su padre ha ido de paisano pero ostentaba sus medallas, camuflado en el banco del oprobio junto a su tío Andrés.

La coronación de Carlos ha sido un bluf. Ha necesitado recurrir al tópico inglés del fantasma para destilar un meme. La ceremonia ha sido tan descomunal como aburrida. Se ve que la huelga de guionistas de Hollywood ha afectado avant la lettre a este paripé. La monarquía, como todo, necesita guionistas, poetas, dramaturgia… Y recortar lo que sobra, o sea, editar.

Hubiera estado bien que los encargados de organizar estos saraos hubieran hecho la fotosíntesis de Los Bridgerton (vestidos, peinados, diálogos, bailes) o de la miniserie estrenada estos días, la espectacular La reina Carlota (ambas de la factoría de Shonda Rhimes para Netflix): seis capítulos estupendos, siempre que los veas al mismo tiempo que otra cosa: los cerebros evolucionan más rápido que los instrumentos que se usan para auscultarlos.

Como nos empuja la IA los cerebros se van diversificando y necesitan más estímulos, así que ellos mismos piden ver dos cosas a la vez porque si no enseguida se aburren y se bloquean. Ejemplo: La reina Carlota y el Gran Premio de Formula 1 de Miami, tan pelmazo como la coronación de Carlos III pero con más colorido.

Los cerebros, urgidos por la competencia de los sistemas que les imitan usando fuerza bruta de computación, trazan conexiones nuevas sin parar… para defenderse y sobrevivir. Los guionistas, los políticos y cualquiera que intente mantener medio minuto la atención de su familia o entorno, promulgan neuronas y sinapsis sin parar. Este vértigo de conexiones nuevas por alerta justificada podría explicar la percepción de que el tiempo va mucho más rápido.

Desde ese punto de vista de la atención enloquecida la coronación es un sopor. Rituales tan arcaicos que si alguien supiera qué significan tendría que explicarlos o mejor, actualizarlos. La iglesia de Estado ¿?, usar la Iglesia, con su complicidad entusiasta, como decorado, adorno y atrezzo. Y el voluntariado, la RSC del despilfarro y los paraísos fiscales. Lo kitsch, elevado a su mayor gloria.

Después de ver la fabulosa La reina Carlota la realidad de la Casa Real y su coronación de Carlos & Camila resulta tan rancia como el NO-DO. Los seres reales deberían quedarse en casa o en palacio, dedicarse a obras benéficas y criar caballos, y dejar que los actores y actrices les representaran en sus ceremonias, siempre con un guion profesional (quiere decir monitorizado por la IA). Es mejor un buen guion adaptado que la dura hiperrealidad.

Por eso lo más grave que pasa en el pequeño reducto del mundo que no está en guerra directa es la huelga de guionistas de Hollywood, más que el cierre (quiebra) del gobierno de Estados Unidos anunciado para primeros de junio, y más que el micropánico por los bancos medianos que difunde Warren Buffett.

Ese hombre soportando toda clase de rituales sin sentido, aguantando que le atornillen la corona a la cabeza, que le oculten como en un guiñol con unos biombos, que lo zarandeen en una carroza forrada de oro. Toda ese kitsch hueco ha sido demolido por los tocados y los vestidos de Los Bridgerton, que eleva y explica la monarquía a la par que la cuestiona: explicar y cuestionar es la única forma de justificar gestos y prácticas anacrónicas. La liturgia vacía hace más daño que la sincera desnudez de un centro comercial; la liturgia como coreografía refleja la ausencia total no ya de creencias y valores –ya erradicados de la intimidad, aunque se sostenga lo contrario–, sino de guionistas, que es peor. Los evangelistas podrían ser, si no estuviera mal visto, los patrones de los guionistas.

Repasando estas siete horas de vídeo se ve que el imperio ha mantenido su vigencia retórica por las ficciones y por la técnica en mostrar en cine caballos, carruajes, calesas, uniformes, pero eso lo ha heredado y lo actualiza la Fórmula 1 con la ventaja de que pretende competir de verdad, aunque casi nunca lo consigue. El imperio, ya demolido en los hechos, es sólo técnica, oficio para representarlo. Pero ese oficio requiere guionistas buenos, bien pagados... y un casting implacable.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento