La coronación del rey Carlos III, un cuidado protocolo para una ceremonia de contenido sacro

El príncipe Carlos y Camila en una visita a Singapur en 2017
El rey Carlos III y Camila.
GETTY IMAGES
El príncipe Carlos y Camila en una visita a Singapur en 2017

Contrariamente a lo que muchos han pensado durante años, el 6 de mayo Camila Parker-Bowles (en realidad Camilla Shand) será ungida y coronada reina por deseo expreso de su esposo, el rey Carlos III, en una ceremonia muy vistosa y rica en su ritual y su liturgia, regida por un protocolo estricto y cuidado hasta el extremo.

La coronación se ha intentado reducir a dos horas de duración, frente a las tres de la de Isabel II, y seguirá un detallado programa que comenzará con la salida de la Procesión del Rey desde el palacio de Buckingham hasta la abadía de Westminster a las 10,20 horas de la mañana.

Un recorrido por las calles de Londres, también más corto en esta ocasión, para el que se utilizará la carroza creada en 2012 para conmemorar el Jubileo de Diamante de la reina Isabel II. Una bella pieza toda ella en madera de roble sobredorada, y timbrada con una corona real, para cuyos interiores se han utilizado maderas y otros materiales conectados con lugares del patrimonio real y con la historia de Gran Bretaña.

Así, y escoltados por miembros de las fuerzas armadas de distintos territorios de la Commonwealth y de su vistosa guardia personal, Carlos y Camila llegarán a la Abadía de Westminster para dar comienzo a la ceremonia, dividida en varias fases: la proclamación y el juramento, la unción, la investidura, la coronación y la entronización, y el homenaje.

Para estos actos se utilizarán distintos elementos simbólicos y específicos de la regalía, que conforma el imponente conjunto de piezas de orfebrería denominado joyas de la corona que se conservan en la torre de Londres. Un ceremonial milenario inspirado en las coronaciones de los viejos reyes francos, que se remonta a tiempos del rey Edgar en el siglo X, y que ha subsistido hasta el presente con pequeños cambios acumulados a lo largo de los siglos, y en particular a partir de la Reforma del siglo XVI, con la intención de acercarlo a la población.

El rey entrará en la abadía a las 11 horas revestido del Manto del Estado, y precedido por el clero y otros dignatarios que portarán los citados elementos de la regalia en medio del canto del Salmo 112. Allí tomará asiento en la Silla del Estado rodeado por el arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia de Inglaterra, que oficiará la ceremonia, y otros prelados y altos representantes de la nación como el lord Canciller.

Seguirá el acto de la proclamación ante el pueblo representado por los presentes, tras el cual el arzobispo tomará el juramento al rey que asumirá, ante la Biblia, las leyes de la Iglesia de Inglaterra de la que él es jefe y cabeza visible. A continuación se iniciará el rito de la comunión, que quedará interrumpida para procederse a la parte más sacra de toda la ceremonia que es la unción. En ese momento, el monarca tomará asiento en la Silla de la Coronación, bajo la cual estará ubicada la 'piedra de Scone', o 'piedra del destino', utilizada en las coronaciones de los antiguos reyes de Escocia.

Entre el soberano y los presentes se colocará en ese momento un repostero a efecto de pantalla, que le mantendrá oculto del ojo público por la sacralidad del rito que nunca ha sido fotografiado o televisado. En ese recogimiento se le retirará el Manto del Estado para quedar con una túnica blanca, signo de pureza, que se cubrirá con la Supertunica, el manto y la estola reales bordados en oro. Y será entonces cuando el deán de Westminster verterá el aceite sagrado desde la sagrada ampolla en la cuchara de la unción para, con él, hacer la señal de la cruz en las manos, la cabeza y el corazón del monarca mientras recita una jaculatoria que recuerda la unción del rey Salomón en la Biblia.

Ya ungido, Carlos III se arrodillará, el arzobispo de Canterbury concluirá los ritos de unción, y él revestirá un nuevo manto para que distintos dignatarios y personas elegidas procedan a hacerle la entrega de las espuelas doradas, la espada del Estado (que se colocará sobre el altar), los brazaletes de oro y esmalte, el orbe con la cruz (que se colocará en el altar), el anillo de la coronación (su matrimonio con la nación), el cetro con la Paloma y el cetro con la Cruz.

Concluida la entrega, el arzobispo tomará del altar la Corona de San Eduardo que colocará sobre la cabeza del soberano, estallando entonces los sones del God Save The King cantado por todos los asistentes. El rey habrá sido coronado y por todo el país habrá repique de campanas y música de fanfarrias, al tiempo que se disparará una salva de cañón desde de la torre de Londres.

La última fase será el acto del homenaje, en el que obispos, arzobispos y pares del reino le jurarán fidelidad, procediéndose a continuación a la más sencilla y breve coronación de la reina, que además recibirá el anillo de la reina consorte, un orbe y dos cetros (el de la cruz y el de la paloma). Una vez la pareja ya coronada, se retomará el rito de la Comunión antes interrumpido y ahora completado, concluyendo el ceremonial con los monarcas tomando la Comunión y recibiendo las bendiciones mientras se canta el Gloria in excelsis Deo.

Tras ello, el rey, acompañado por los portadores de las espadas del Estado, de la Justicia Temporal, de la justicia Espiritual y de la Misericordia, se dirigirá a la capilla de San Eduardo para allí cambiar sus ropajes por el Manto Imperial, y trocar la corona de San Eduardo por la más ligera Corona Imperial de Estado abandonando la capilla portando en sus manos el orbe y el cetro de la Cruz.

Un acto final previo a la salida de los monarcas de la abadía, para abordar la bella Carroza Dorada del Estado, de tiempos del rey Jorge III, que les conducirá de regreso por Whitehall y el Mall hasta el Palacio de Buckingham donde, todavía con manto y corona saludar desde el balcón a la población congregada. Todo un complejo y barroco conjunto de ritos y elementos simbólicos, y de cuidadas piezas musicales elegidas por el propio rey Carlos, en los que en esta ocasión también se han introducido pequeños cambios (algunos de ellos no han sido desvelados) como la participación en la liturgia de otras confesiones religiosas, la inclusión de personas de color entre los portadores de las joyas de la corona, o la relajación de los viejos y rígidos códigos en la vestimenta de los invitados (la desaparición de los mantos de corte ribeteados de armiño y los coronets de los pares del reino) para con ellos reflejar el papel de un monarca de nuestros tiempos.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento