OPINIÓN

Desfiles y gatos

Jared Leto Gala MET 2023
Jared Leto Gala MET 2023
Getty Images
Jared Leto Gala MET 2023

Mayo es un mes que tiende a desfilar ante nuestros ojos: desde el 1 de mayo, con su eco de viejas reivindicaciones que se han convertido más en viejas que en reivindicaciones, a la Gala Met, que es más bien un desfile de lo no habido antes que de lo real. Este año, encarnada en Jared Leto, vimos en esa peculiar alfombra la efigie a tamaño faraónico de una gata, la gatita Choupette, una preciosa birmana de ojos azules que fue uno de los pocos amores de Karl Lagerfeld

Dado que la gala de este año ha estado dedicada a este genio que cultivó su talento y su radical misantropía a partes desiguales, vino bien que entre los encajes y el blanco y negro se colara una nota amable, o divertida, o grotesca: algo de lo que hablar, y no solo que criticar

En Madrid, en concreto, se cuelan gatos y sobran gatos en los desfiles cada año: a veces es el protocolo el que los filtra, y otras el uso y la costumbre. Tendemos a pensar que la costumbre ha de ser inveterada, y basta con repetir dos veces el mismo gesto para que en estos tiempos de velocidades vertiginosas se convierta en rutina. 

Los gatos (los felinos y los madrileños) saben eso bien, y han convertido la neurosis en una señal de identidad: cuesta más romper una rutina que la disciplina de voto, y cuesta menos mandar un mensaje que elaborarlo. Apenas llevamos unos días de mayo, ni siquiera asoma el final de la quincena de San Isidro ni hemos coronado todavía a Carlos III en otro despliegue de oros y tradición, y ya se ha hablado más de desfiles que de programas, y más de lo aparente que de lo representado: quizás la política no se aleje tanto como pensamos de una perpetua Gala Met

Ya lo sabían los romanos cuando escenificaban los triunfos imperiales y un esclavo recordaba al vencedor cada poco tiempo que era mortal: importa más la fanfarria que las palabras, certeras y reales, susurradas al oído de quien escucha.

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