Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Votar tapándose la nariz

El presidente Joe Biden habla durante una ceremonia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca.
El presidente Joe Biden habla durante una ceremonia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca.
Andrew Harnik / LA PRESSE
El presidente Joe Biden habla durante una ceremonia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca.

Dos candidatos que no convencen a nadie, ni a su partido ni a cerca del 70% de los ciudadanos. Es el desolador panorama que van a tener los americanos en las presidenciales del año que viene. O al menos es lo que dicen las últimas encuestas publicadas por varios medios. A 7 de cada 10 no les parece bien que Biden repita como candidato demócrata. A sus 80 años, creen que es el momento de retirarse: sus primeros cuatro años en la Casa Blanca no logran el aprobado de los votantes, ni de los demócratas siquiera, y eso le deja en una situación delicada. Y al 60% de los estadounidenses tampoco le parece adecuado que Trump repita y vuelva a presentarse como candidato del Partido Republicano.

Conclusión: que una amplia mayoría de votantes acudirán a las urnas el año que viene completamente desmotivados, pensando que votarán a alguien que no está capacitado para asumir las riendas del país y que la política se ha convertido en una especie de descarte de lo menos malo. Votar tapándose la nariz. Ninguno de los dos candidatos está por la labor de replantearse nada, por mucho que las encuestas o sus equipos les digan que no es la mejor idea repetir el duelo de 2020.

Biden cree que tiene todas las papeletas para volver a ganar a Trump, que tiene que acabar el trabajo y que estando en la Casa Blanca la estadística dice que es más fácil conseguir la reelección, pero han pasado tantas cosas en estos cuatro años que las estadísticas o probabilidades pueden dar un vuelco. 

Y la posibilidad de que un personaje del estilo de Trump llegue justo ahora a la Presidencia de Estados Unidos, con la guerra de Ucrania abierta, con Rusia en una situación desesperada por lograr peso en la escena internacional, con China sin acabar de definirse y con países emergentes que piden paso y que buscan otros equilibrios, sinceramente, no es lo más tranquilizador. Pero esto es lo que hay.

Trump sigue arrasando entre los republicanos, ha sabido sacarle partido a su imputación y lo está rentabilizando. Y lo mismo ocurre en frente, en el partido demócrata, no hay rival que pueda hacer sombra ahora mismo a un hombre que tiene más de un lapsus y que, si todo le sale bien, terminaría su mandato con 86 años. Y esto es parte también del deterioro de una democracia: presentarse a unas elecciones como el menor de los males, sin acabar de movilizar e ilusionar a un electorado que pide soluciones en un momento complicado de la economía y en un país en el que, lo vimos en el asalto al Capitolio, la polarización puede llegar a ser una bomba de relojería. 

Ninguno de los dos ha hablado de su programa, de qué ofrece al país para los próximos 4 años. Apelan a las emociones, Trump, incluso, a las tripas para lograr el voto. Ir a votar con la nariz tapada. Es lo que harán muchos el año que viene en Estados Unidos.

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