
Llegamos al final de una legislatura histórica en la Comunidad de Madrid, por su duración pero también por su intensidad y la transformación que ha supuesto. La Comunidad de Madrid está más de moda que nunca, siendo el latido de España y ese lugar al que todo el mundo quiere venir.
Somos hoy uno de los principales destinos turísticos y, además, una región en la que vivir, donde uno viene a ser libre y a alcanzar sus metas.
Madrid se ha convertido gracias a las políticas del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en el principal polo de atracción de inversión, pese a los intentos de Pedro Sánchez y todo el PSOE de encerrar y asfixiar a nuestra región. Es incomprensible que a la izquierda no le guste Madrid, cuando sus ilustres miembros, como tito Berni y presuntamente otros diputados socialistas, han disfrutado de la oferta gastronómica en nuestra región y de la política de apertura durante la pandemia que tanto criticaron.
Esta legislatura ha supuesto la revolución normativa en la Comunidad de Madrid, con cerca de una decena de rebajas fiscales y una veintena de leyes (bien hechas, por supuesto), como la Ley Ómnibus, para facilitar y mejorar la vida de los madrileños.
Además, esta ha sido la legislatura de la recuperación económica, la región que ya ha vuelto a los niveles del PIB prepandemia. Somos el motor económico de España, si dejar a nadie atrás. Porque Madrid no solo es próspera, también es la región con los mejores servicios públicos, como la sanidad o la educación.
Y mientras el Gobierno de Madrid trabajaba por y para todos los madrileños, ya fueran de Fuenlabrada o de Cercedilla, Sánchez y sus tropecientos ministros se dedicaban a atacar nuestra región, perjudicándonos en todo aquello que podían por puro sectarismo ideológico.
Nos encerraron sin justificación, nos discriminan presupuestariamente sin motivo y nos atacan porque los madrileños no les votan. Odian Madrid y nuestro estilo de vida porque es alegre, porque es diverso, es cosmopolita. Porque Madrid no quiere cadenas, quiere libertad.
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