Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El automóvil, en la encrucijada

Es importante saber qué tipo de ventajas van asociadas a nuestro distintivo medioambiental.
Vehículos eléctricos.
Getty Images
Es importante saber qué tipo de ventajas van asociadas a nuestro distintivo medioambiental.

El futuro del automóvil sigue en el aire. Todo parecía encarrilado cuando el Parlamento Europeo aprobó en febrero un calendario que situaba el fin de la venta de coches diésel, gasolina e híbridos en 2035. La propuesta de Bruselas venía muy trabajada desde el verano de 2021, cuando los Estados miembros alcanzaron un principio de acuerdo para fijar un plan que forzara a la industria a evolucionar en favor de los vehículos no contaminantes

Este sector se considera clave del llamado Pacto Verde con el que los 27 aspiran a alcanzar la neutralidad climática a partir del 2050. Nada en principio presagiaba que la línea marcada por el Gobierno de la UE se torciera y estaba previsto que el pasado día 7 sus ministros lo ratificaran formalmente en el Consejo sin mayor problema. 

Eso, sin embargo, no ocurrió, la Presidencia sueca lo sacó del orden del día ante la amenaza de Alemania e Italia de bloquear el acuerdo. Es decir, que el último paso, que en apariencia era solo un puro trámite, ha complicado sobremanera los planes comunitarios sobre este sector. 

El porqué Alemania e Italia se han movido contra un calendario tan avanzado y acordado previamente por unas instituciones comunitarias de las que forman parte no es otro que la presión ejercida por sus respectivos sectores industriales

La economía de ambos países, y especialmente la germana, es muy dependiente del sector automovilístico y la agenda marcada les ha provocado tal vértigo que para frenarla no han dudado en recabar el apoyo de países como Hungría y Polonia, cuya preocupación por el medioambiente y el cambio climático se aproxima al cero. 

Quien capitanea en la Italia de Meloni la campaña en favor de los motores de combustión es nada menos que el ministro de Transportes y líder de la Liga, Matteo Salvini. La Liga es fuerte en el norte de Italia, donde se ubican los grandes fabricantes de coches, muchos de los cuales son conservadores recalcitrantes en materia de movilidad. 

Sus factorías no se encuentran entre las más avanzadas en investigación y desarrollo de motores eléctricos y temen que el negocio de las marcas de elite se resienta. El ultra Salvini ha elevado ese temor al tremendismo al definir el calendario comunitario de «giro dramático», que se llevará por delante a millones de trabajadores. 

Las razones de Alemania no son del todo coincidentes, su industria sí lleva muy adelantados los nuevos modelos eléctricos, pero quiere que se contemple el uso de combustibles sintéticos compatibles con los motores térmicos. Lo quieren en especial para los vehículos pesados, pero ese tipo de e-fuels, que desprenden menos CO2, emiten otros gases tóxicos en niveles tan elevados como la gasolina y encima son caros de producir. 

Lo cierto es que la presión les ha funcionado, anteayer Bruselas planteó la posibilidad de permitir que se sigan fabricando y vendiendo vehículos de combustión más allá de 2035 mediante el uso de esos combustibles sintéticos. Según algunos cálculos, esta manga ancha desplazaría las ventas de cerca de 50 millones de vehículos eléctricos con cero emisiones para 2050. 

Es obvio que todos se llenan la boca con el cambio climático, pero cuando hay que tomar medidas serias les tiemblan las piernas. Se calcula que un 20% de la contaminación del aire la genera el transporte por carretera, lo que da una idea del avance que supondría eliminarla. Faltan 12 años para 2035 y hoy son ya mayoría los ciudadanos instalados en la duda sobre qué tipo de coche comprar. La incertidumbre es lo peor, el futuro del automóvil es asunto que urge despejar.

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