Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Gabilondo y por qué la sociedad "se traga la primera bobada que le cuenta el primer piernas"

iñaki Gabilondo con Julia Otero
iñaki Gabilondo con Julia Otero
RTVE
iñaki Gabilondo con Julia Otero

"Tengo la idea de que la sociedad se ha hecho cada vez más escéptica y, al mismo tiempo, más crédula. La misma sociedad que dice 'a mí no me la vas a dar', dos segundos después se traga la primera bobada que le cuenta el primer piernas que le pasa por la derecha". Se lo ha dicho Iñaki Gabilondo a Julia Otero en 'Días de Tele', de La 1 de TVE.

La reflexión deja tiritando, pero resume la contradictoria manera en la que nos relacionamos con la información. La trepidante barra libre de impactos audiovisuales que nos rodea permite que tengamos más herramientas que nunca para acceder a conocimiento pero, a la vez, empuja a consumir la actualidad como un divertimento que, a veces, parece que no va con nosotros.

La información ha pasado a ser info-entretenimiento. Porque nos entretiene. El problema es cuando asistes a la complejidad de la actualidad como si fuera una película. Entonces, el espíritu crítico deja paso al espectador creyente. Desde el patio de butacas, con las palomitas en el regazo, necesitamos confiar en todas las licencias dramáticas o la experiencia de visionado de la historia será más aburrida. La verdad no puede estropear un buen culebrón. Mejor si es con malos muy malos, con un apellido de antagonista sencillo de repetir, subrayar y manosear. Villanos que te hacen reafirmarse en tus ideas preestablecidas y, así, sentirte mejor contigo mismo. Hasta por encima del bien y del mal. Es algo así como la sugestión del cine clásico. Pero sin que las luces de la sala se terminen encendiendo después de un reconfortante chimpún final en el que el mundo queda a salvo y tras celebrar una buena canción en los títulos de crédito.

Mientras tanto, en las redes sociales desde las que comentamos la peli de la vida nos vamos encerrando en burbujas de información en las que estamos muy intensos pero poco profundos. Tuiteamos desde el arrebato que anima a quedar magnetizados por la conspiración, siempre bien promocionada por los algoritmos. Como invertimos más tiempo en lo que nos indigna, la métrica de las redes sociales intenta retener nuestra atención publicitando aquello con lo que interactuamos más porque nos pone a la defensiva. 

Nos creemos más listos que nadie opinando todo el rato y a toda prisa, cuando en realidad somos más manipulables. Al fin y al cabo, procesamos tan velozmente lo que vemos que no siempre lo digerimos bien. Así es más fácil que los filtros del espíritu crítico salten por los aires tan rápido como se despierta la pasión que desea creer. Porque siempre necesitamos creer en algo. Incluso creernos escépticos. 

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