Lucía Rivera revela que sufrió maltrato físico y psicológico en dos relaciones pasadas: "Fui la víctima perfecta, casi hecha a medida"

Lucía Rivera toma una drástica decisión que afecta a su vida sentimental
Lucía Rivera.
Europa Press
Lucía Rivera toma una drástica decisión que afecta a su vida sentimental

Lucía Rivera es, en estos instantes, "un manojo de nervios".  El motivo no es otro que la inminente salida de su primer libro, Nada es lo que parece, una desgarradora biografía que ya está dando mucho que hablar.

Y es que, a pesar de su juventud -solo 24 años-, la hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera, quien la adoptó cuando solo tenía tres años, la vida de la modelo escondo tétricos fragmentos que pasan, por ejemplo, por los maltratos físicos y psicológicos a los que fue sometida en dos relaciones pasadas.

Tal y como revela Antena 3, en el libro Lucía sufrió maltrato psicológico por parte de su primer novio, que le prohibía salir con sus amigas, le controlaba el teléfono y le controlaba su forma de vestir: "A medida que intentaba liberarme de esas cadenas, él las apretaba más. Se presentaba en la puerta de mi casa, aparecía gritando, buscaba a hombres dentro del armario pensando que le estaba engañando y me gritaba hasta que le daba el móvil y le dejaba revisarlo", relata la joven en su libro. 

La cosa no quedó ahí, ya que, cuando consiguió salir de esa relación, se metió en otra en la que el abuso psicológico pasó a ser físico y repetido. "La primera vez ni siquiera la recuerdo bien, porque fueron muchas, cada vez más. Siempre lo excusaba achacándolo a que estaba drogado y entendí que esa era una manera normal de relacionarse, que yo sería capaz de hacerle cambiar, que la culpable era yo...", asegura Lucía.

Pero no fue así: "Las peleas aumentaban de mes en mes, ya no solo con él, sino con todo mi entorno. Sus infidelidades, que no fueron pocas, consiguieron hacerme cada vez más pequeña y me llenaban de ira", continúa relatando, poniendo nombre al autor de este maltrato. "Siempre defendí a Aitor a capa y espada. No sé por qué, pero aseguro que sentía verdadera admiración por él. Recuerdo sus ojos, fuera de sus órbitas, ensangrentados con rabia, y el ceño fruncido mirándome fijamente mientras exclamaba todo tipo de amenazas y me agarraba el cuello contra la pared. Sentía una especie de muerte dentro de mí, tenía moratones hasta en las orejas, y no, nunca se me pasó por la cabeza tomar medidas legales".

Aún así, la modelo confiesa que, si no llegó a denunciarlo, fue "por miedo a las consecuencias que podría pagar" ella.

"Ahora que me paro a pensarlo, reconozco que fui la víctima perfecta, casi hecha a medida, una niña con muchos abusos interiorizados, los celos posesivos, los insultos y los refuerzos intermitentes", asegura sobre esos tremendos episodios.

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