Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

"El imperio de las luces" y toda esa gente que se parece a Fofito

El imperio de las luces
El imperio de las luces
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El imperio de las luces

Las diputaciones sirven para dar premios literarios y algunas cosas más. Hoy le dan un premio a mi amigo en una diputación provincial y todo va a ser maravilloso. Llego un poco justo y me siento atrás, en la última silla de la última fila. Le digo a Diego que las presentaciones de libros son misas y me dice que sí. Hablan Enrique y Octavio. Lo hacen en formato pregunta respuesta por aquello de la amenidad. Funciona. Diego me dice: "no entiendo cómo estos tipos te dirigen la palabra". 

Veo coronillas. Reconozco a algunos. Ver y ser visto. Forega lleva los zapatos del Papa y al salir me dirá que lee mucho estas columnas. Baquedano está unas filas más adelante y después -hombro con hombro en los urinarios- recordaremos otra presentación de Octavio en la que me dijo que se sentía como en una película de Woody Allen. Se habla de Fofito en la presentación, algo que suele hacer la gente de orden. Fofito es un personaje de la novela El imperio de las luces.

Hay mucha gente que se parece a Fofito. Octavio y yo tenemos una lista, pero nos da pudor hacerla pública. Está en nuestras mentes y no me parece prudente que vea la luz. Es un secreto de estado. Saco el móvil y apunto en las notas todos los fofitos que recuerdo para que no se me olvide ninguno. Aún así, voy a citar una última incorporación sorprendente al grupo: el doctor Estivill, el que escribió aquel libro titulado Duérmete niño. Al terminar, les cuento a Javier y a Mario que Fofito me dijo en el año 2008 que le había gustado la Expo, pero que sería mejor que todos los pabellones fueran puticlubs. Aquel día Fofito me regaló una metáfora sexual que no se puede reproducir aquí.

Hay mucha gente que se parece a Fofito. Octavio y yo tenemos una lista, pero nos da pudor hacerla pública.

La fila para las firmas es larga. Diego, Luis, Dani, Ricardo, Jorge y Susan se van al bar. David y el gran Bob se marchan rápido. Algo traman. Ana y Marian son la clase y el saber estar. Se mueven por la sala como damas de una novela de Tolstoi. Aloma, Carmen y Cristian dejan a su paso una estela brillante como la del cometa C/2023 A3, que podrá verse pronto desde La Tierra. El núcleo duro espera hasta el final de la firma. Ismael, Rodolfo y Fernando soportan con estoicismo a un friqui que les habla de balompié, coches Hot Wheels de Batman y de latas de Coca-Cola falsa. La madre de Octavio dice que le gustaría saber en qué piensa su hijo cuando mira con complicidad a Enrique. El padre de Octavio responde a su mujer: “no hay que saberlo todo”.

Octavio, como suele pasar, hizo más caso a su madre y quiso saberlo todo. De eso va también su libro. Saberlo todo para no saber nada. Hay un remate de madera de la baranda del antiguo salón de plenos que se ha quedado un poco torcido. Quizá se ha apoyado alguien. El bedel dice que dará parte y nos habla sobre Javier de Burgos. Alguien pondrá cola blanca en esa especie de as de copas de madera para devolverle el equilibrio institucional. Nos vamos. Somos la escolta del protagonista, somos privilegiados. Somos habitantes de un imperio de luz.

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