En su significado original, un hortera era un dependiente o mozo de comercio en la época de la burguesía madrileña del siglo XIX: un ser muy castizo. Muy de Madrí y, por supuesto, pintoresco. Galdós escribió sobre ellos y aparecen en algunas zarzuelas, pero ahora… parece ser que lo hortera es algo malo. 

En los años 70 se comenzó a usar el término como algo peyorativo para referirse a las personas cercanas a la estética del movimiento kitsch (cursi). Según la RAE, hortera es algo vulgar y de mal gusto, y para mí es algo más cercano a un guilty pleasure (o placer culpable).

Los estampados de leopardo son horteras y los amamos con orgullo, los piercings son horterísimas y los queremos lucir en cuanto cumplimos 18 años, los tatuajes tribales o con letras chinas, los cortes de pelo más de moda, los collares y pendientes de perlas, el peinado que a día de hoy sigue luciendo tu tía Mari Cari, los chándales de corchetes, las mallas del gimnasio que te hacen culazo, el bailecito de La Macarena, el vestuario de los concursantes de OT1, sus canciones… 

Lo hortera mola cuando nos evoca a momentos únicos y nos damos cuenta de que también eran instantes felices. ¿No es hortera el 'que se besen' de las bodas?, ¿las mantillas en Semana Santa?, ¿la Feria de Abril, San Fermín o las Fallas?, ¿las cámaras Polaroid?, ¿las agendas con frases de superación?, ¿la Nochentera que hoy lo peta en las radios y que es una canción horterísima desde su nacimiento?

Este finde, yo voy gozar en Madrid con Horteralia, un festival en el que disfrutar es mandatorio. Un lugar feliz donde bailar y cantar al ritmo de Ojete Calor, las Nancys Rubias y Marlene Mourreau, que no sé qué canta pero que su tinte, su acento francés y su pelo cardado la convierten en una hortera queen necesaria. Lo hortera produce felicidad. Que se lo anoten los de la RAE.