Harry y Meghan, los Sussex, siguen siendo un problema que no ha dejado de incrementarse desde la aparición del libro de memorias del príncipe, que ha socavado aún más si cabe las ya difíciles relaciones de la pareja con la familia real británica. 

A escasos dos meses de la coronación de Carlos III las especulaciones sobre si es oportuna o no la presencia del hijo menor del rey en la ceremonia continúan. Según fuentes del Palacio de Buckingham, la invitación oficial ha sido enviada. 

Pero padre e hijo, que al parecer solo se comunican vía email a través de sus respectivas secretarías, mantienen importantes puntos de desacuerdo. Las relaciones con el príncipe de Gales también son inexistentes. Así que los ánimos no están para muchas fiestas. 

No ayudan las continuas apariciones en televisión de Harry exponiendo detalles de su vida, que tanto escandalizan a su familia. La última, sometiéndose en directo al examen y diagnóstico de un doctor experto en traumas tóxicos. Información a la que se accedía previo pago de diecinueve libras con derecho a la compra del libro. 

El nuevo rey, volcado estas semanas en los preparativos de su Día Grande, está poniendo también orden en los asuntos inmobiliarios de la familia. Retiradas las subvenciones económicas de la Corona al príncipe Andrés, se le ha pedido que abandone Royal Lodge, la lujosa residencia de la que disfrutaba hasta ahora. Como no era cosa de dejarlo en la calle, se le ha encontrado acomodo en Frogmore Cottage, la casa que se había cedido a los Sussex en Windsor y en la que habían hecho costosas obras de reforma que, ante el escándalo público, terminaron pagando de su bolsillo.