Reportaje

El 8-M de Kristina, la nueva recluta del Ejército ucraniano: "¡Que se atreva a meterse conmigo después del curso militar!"

Una mujer saluda a una soldado ucraniana para celebrar la liberación de Jersón, el pasado mes de noviembre
Una mujer saluda a una soldado ucraniana para celebrar la liberación de Jersón, el pasado mes de noviembre
AFP via Getty Images
Una mujer saluda a una soldado ucraniana para celebrar la liberación de Jersón, el pasado mes de noviembre

El viaje a Pokrovsk no se hizo largo para los pasajeros gracias a Kristina, una simpática chica de 31 años que hablaba sin parar con una mujer de unos 50 años que acababa de conocer. Le contaba acerca de sus planes de unirse a las fuerzas armadas, de las emociones que una siente cuando pilota un dron, de las ganas de aprender, de sus futuros compañeros, que ya admira mucho. Sonreía todo el rato. Su imagen podría servir para ilustrar un cartel publicitario de las Fuerzas Armadas de Ucrania: una chica atractiva que sueña con una carrera en las trincheras de Donetsk.

Según Kristina, el servicio militar solo tiene ventajas: salarios decentes y unos compañeros de trabajo fantásticos. Cuando el tren empezaba a alejarse de la plataforma y cogía mis cosas para continuar el viaje, se acercó rápidamente y me dio su número de teléfono. "Aquí, en las zonas del frente, una puede contar con un sistema de apoyo. Tengo muchos amigos soldados, si algún reportaje no sale según tu plan, no tienes donde caerte muerta y necesitas un grupo de rescate, cuenta con mi ayuda", me dijo. En las siguientes semanas, seguí recibiendo mensajes cada día en los que me preguntaba si me encontraba bien.

Tomar la decisión de ser voluntario en el ejército tras unos meses de invasión es algo más pragmático: las historias de las reclutas nuevas no se parecen a las de los primeros apuntados. Para unirse a la defensa de la patria ahora hay miles de razones… Y para no hacerlo, otras cuantas mil. En una proximidad tan peligrosa al frente, uno ve solo una parte de la vida allí: el compañerismo, la vida por la causa, la arrogancia de algunos de los superiores y la muerte…

"Lo siento, está tardando demasiado", comenta el conductor, y sigue tocando un ritmo sincopado con sus dedos en el volante. Está nervioso. Una simple ruta por la región de Donetsk desde Pokrovsk hacia Kostyantynivka, una ciudad que se encuentra a unos 10 kilómetros de la batalla, se convierte en una operación secreta digna de James Bond. Con las pérdidas en Bajmut y en vísperas de una posible ofensiva ucraniana, como informan los carteles de publicidad, la cantidad de avisos escritos con una "invitación al ejército", que a veces aparecen en los ‘checkpoints’, ha aumentado. Por eso, este hombre de unos 45 años no se atreve a llevarnos hacía nuestro destino final y nos deja a las afueras de la ciudad, donde otra compañera se encargará de acercarnos al frente. Tras unos minutos a nuestro lado, para otro coche y sale una mujer. Sus uñas largas y las pestañas postizas crean un contraste con el paisaje gris y la suciedad de la carretera…

La autopista, que hace unos meses era una de las mejores en la región de Donetsk, apenas es hoy reconocible. Por la cantidad de maquinaria pesada que pasa por allí, el asfalto está cubierto por grietas y baches. A lo largo del camino se esconden las trincheras y los árboles talados, que dan una pequeña pista para un observador no familiar de los detalles de la situación en el frente. Las últimas semanas la pregunta más importante es si merece la pena el coste pagado por la batalla por Bajmut. En términos tácticos, una defensa en tal situación de dificultad de suministro no era la mejor idea, pero según los militares ucranianos, en términos estratégicos, es la mejor decisión. Están luchando en unas condiciones desfavorables para construir una línea fuerte de defensa que impida a los rusos avanzar en la región de Donetsk.

La doctora militar Natalia Leliukh, junto a otros compañeros del Ejército ucraniano en la zona de Jarkov
La doctora militar Natalia Leliukh, junto a otros compañeros del Ejército ucraniano en la zona de Jarkov
Getty Images

Durante el camino, mantenemos "una pequeña charla trivial", que en esta región trata de las pérdidas en Bajmut, y la movilización. "Hay algunos hombres que no se merecen llamarse hombres", comenta la nueva conductora, y aclara que su compañero no se atreve a viajar por las zonas del control militar porque ya se conocen casos de personas que acaban alistados en el Ejército tras revisar los papeles. "Yo ya me apuntaría a defender mi casa y mi Pokrovsk. Pero tengo un hijo de 12 años a mi cargo, y soy la única persona que lo puede mantener. No puedo dejarle solo en este mundo", comenta la conductora, y pisa el freno a fondo para no chocarse con otro obstáculo en la carretera.

Kristina no mintió sobre su sistema de apoyo. Unos días después de nuestro encuentro, en la cocina de uno de sus futuros compañeros, seguimos con nuestra conversación sobre su futura carrera militar… Y, con cada nuevo detalle de la historia de su vida, la imagen de la chica deportada para el ejército ucraniano va desapareciendo.

En su Pokrovsk natal, mucha gente la conocía por su trabajo en un taller de coches. Sin embargo, no se atrevió a alquilar un piso allí y se trasladó a otra ciudad por miedo a encontrarse con su ex novio. Después de que le pegase la primera vez, recogió sus cosas y se prometió no volver atrás. No cumplió su promesa. "Al principio, nuestra vida parecía una maravilla, me regalaba flores y colonias. Casi nunca nos peleábamos. Parecía un cuento de hadas...", me dijo Kristina. Esos recuerdos motivaron que le diera una segunda oportunidad. El día del cumpleaños de su ex, para que no estuviera solo, fue a visitarle…. Y acabó en el hospital. Desde entonces, su vida fue una sucesión de mensajes de amenaza constantes: su 'amor' la insulta y le ha prometido matarla a ella, a su hermana y a su sobrina pequeña. Las quejas a la policía local no han tenido mucho efecto.

"¿Sabes qué? Un día decidí que ya no puedo seguir viviendo con miedo. ¡Que se atreva a meterse conmigo después del curso militar! Voy a saber como protegerme a mí misma. Es un trabajo respetable. Por fin seré libre. Económica y mentalmente", dijo aquel día Kristina. Un día en el que soñaba con una carrera militar hasta llegar a comandante y con acabar la universidad, porque no tener el título es uno de sus grandes remordimientos. En este camino, le ayudaron sus futuros compañeros, como Oleg, técnico del sonido, que se unió al ejército en septiembre y cuyos conocimientos de las diferentes unidades militares ucranianas y su cultura sorprenden hasta a los militares con más experiencia. Los futuros compañeros le ayudaron con la compra de ropa militar, una mochila táctica y un saco de dormir.

En este día internacional de la mujer, que en Ucrania la gran mayoría celebra como una especie de 14 de febrero con flores y bombones, Kristina está en pleno curso militar obligatorio bajo el acompañamiento del sonido de explosiones. Está con fiebre por la epidemia de coronavirus entre las reclutas, y se la escucha débil. La futura soldado Jane ucraniana dice que la mayoría de sus compañeros son voluntarios como ella. Y, después de levantarse a las 6 con tos, bromea sobre si volvería a apuntarse de nuevo. "Y lo que queda todavía", suspira la nueva esperanza de las fuerzas armadas.

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