La compra común de armamento para Ucrania defendida por España se topa con los Tratados de la UE y la falta de consenso comunitario

Las armas no son vacunas.
Las armas no son vacunas.
Carlos Gámez
Las armas no son vacunas.

La Unión Europea lleva varios años rompiendo tabúes que parecían insuperables para un proyecto acostumbrado a que las circunstancias externas sean las que le fuerzan a avanzar. Esta vez no ha sido una excepción con la invasión rusa de Ucrania, y la UE ha empezado a tomar decisiones muy drásticas: quizá la que más es el envío de armas a Kiev, algo extraño para un bloque concebido para funcionar en tiempos de paz. Pero la guerra lo ha cambiado todo. Hasta el momento los 27 han recurrido al llamado Mecanismo Europeo para la Paz, que en Ucrania se emplea por primera vez en un conflicto activo. El total de aportaciones hasta el momento ronda los 7.500 millones de euros, pero cuando se cumple un año del inicio de las hostilidades ya se ha abierto el melón de las compras comunes de armamento. Eso sí, es una cuestión muy compleja.

Estonia ha sido el país que ha puesto esta vía sobre la mesa. Los Bálticos son los más empeñados en seguir armando a Ucrania en una guerra que va para largo y que para los Estados fronterizos es una cuestión casi de supervivencia. Polonia y sus vecinos consideran que Kiev puede ganar la guerra, mientras que en la UE hay otros socios que se 'conformarían' con una salida diplomática sin derrota para Volodimir Zelenski. Entretanto, Tallin asegura que la compra común ascendería a unos 4.000 millones de euros, al menos en un primer impulso.

"Este año será el final de esta guerra si Ucrania recibe suficiente munición y armas convencionales sin ningún tipo de concesión política. Quienes dicen que los cazas y los misiles de largo alcance escalarán el conflicto están equivocados, porque Rusia ya está utilizando todo el menú de estas armas convencionales", explicaron desde el Gobierno estonio para meter presión. En definitiva, la UE no va a explorar -llegado el caso- un camino desconocido. ¿Por qué? Porque el modelo sería muy similar al utilizado con las vacunas contra la Covid-19.

Pero las armas no son vacunas, sino un campo tremendamente más complicado y que puede meter a la UE en otro brete. Y eso pasa porque, en principio, los Tratados no permiten una compra común de armas. "Todo Estado miembro podrá adoptar las medidas que considere necesarias para la protección de los intereses esenciales de su seguridad y que se refieran a la producción o al comercio de armas, municiones y material de guerra; dichas medidas no deberán alterar las condiciones de competencia en el mercado interior respecto de los productos que no estén destinados a fines específicamente militares", expresa el artículo 346 del Tratado de Funcionamiento de la UE.

Luis Rodrigo de Castro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad CEU San Pablo, explica a 20minutos que el de las armas es un asunto que "no genera tanto consenso como pasó con la pandemia", cuando se optó por la compra común de vacunas y el plan además salió bien. "El tema de la compra de armas estoy seguro de que no va a despertar el mismo consenso", añade, por lo que es un debate "que en el seno de la UE va a ser difícil de abordar".

"Sí podría tener cierto sentido -sin que se dé como tal- vehicularlo con la OTAN, pero la UE no está para eso", prosigue el profesor. Porque en este sentido hay que diferenciar entre Estados miembros. "Los países del flanco oriental son muy avanzados en este tipo de planteamientos militares, pero proponen muchas veces globos sonda. Ahora mismo no veo esa compra común como una opción porque hay que encontrar cómo canalizarlo y también una forma de que todos estén de acuerdo", concluye Rodrigo de Castro.

Por su parte, Daniel Gil, analista en The Political Room, sostiene que "es un tema mucho más complicado que la compra común de vacunas, por supuesto" y considera que el camino a seguir puede verse con lo que hizo la Agencia Europea de Defensa en 2014, cuando participó en la compra conjunta de municiones. "Entiendo que será igual pero a mayor escala", dice. Además, Gil no cree que lo que dicen los Tratados sea un freno insuperable: "Esto es como todo, si se quiere hacer se hará", aunque eso no evite que la Unión pise terreno pantanoso porque, de nuevo, se trataría de una decisión sin precedentes.

"Los Tratados no permiten específicamente dar fondos europeos para armamento pero se hacen un par de ajustes, se cambian un par de nombres y se hace", resume rápidamente el analista. La clave está en la producción propia, y aquí aparecen los Bálticos, que consideran clave "desarrollar la industria europea de Defensa, pues tiene mayor capacidad de la que muestra". Ahora, en el otro lado la propia industria "asegura que para qué va a producir más si no tiene pedidos". Eso podría cambiar con la fórmula para Ucrania. Gil asume, no obstante, que todo tendría que hacerse "con producción propia precisamente para justificar el uso de fondos europeos". No tendría por tanto acudir a terceros países, comprar el armamento y posteriormente donarlo a Kiev. "Los escollos en estos casos siempre son políticos, nunca legales", sentencia Gil.

Bruselas, por lo tanto, está buscando los recovecos para que esta posibilidad se pueda dar sin ningún tipo de incongruencia, y de hecho ya hay voces a favor de la vía abierta por Estonia. España, de hecho, a través del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, no cerró la puerta a apoyar la idea y días después fue el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien abogó directamente por elegir esa vía. "Estamos defendiendo, además, principios internacionales irrenunciables, como lo son la soberanía, la integridad territorial o la libertad", comentó desde Kiev.

En paralelo, el Alto Representante, Josep Borrell, instó a los países a acelerar todavía más el proceso de armar a Ucrania. "Mi mayor preocupación es trabajar en un calendario de semanas, y eso significa usar lo que ya has producido y producir más", aseguró. Quien recogió el guante ahí fue la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que confirmó que Bruselas ya estudia esta posibilidad, y lo hizo precisamente desde Estonia, precursora de un camino hasta ahora inexplorado. Ahora falta por ver si las armas, como las vacunas, también se financian en común. Difícil parece, pero no imposible.

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