OPINIÓN

Naranjas de la Alemania

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Entonces llegó mi vecino de su viaje a Berlín y, después de mostrarme una piedra de 20 euros —"del muro", dijo—, no me habló de la puerta de Brandenburgo ni del busto de Nefertiti, sino del precio de las naranjas españolas. "En Alemania son tres veces más baratas y eso que son made in Valencia", exclamó subiendo los brazos con escándalo. Uno no se debe fiar de los vecinos, lo sabemos —son esos señores que parecían tan normales, pero luego te dejan mal en las noticias—, pero pregunté y resulta que sí: los cítricos españoles son más económicos en el centro de Europa que en España.

A partir de este dato sombrío, se puede elaborar una teoría sobre la sociedad en la cual todo se tambalea. Si resulta que aquí se recogen las naranjas, pero cuando viajan por Albacete se encarecen más que cuando lo hacen por Francia camino de la capital alemana, hay algo muy importante que desconocemos de nuestro mundo.

Ahora, cuando exprimo una naranja, soy consciente de que tengo en mis manos un elemento substancial del orden subterráneo que nos gobierna, cada gota de zumo que cae en el vaso cristalino es un céntimo que pagamos los españoles sin saber por qué.

El dato podría ser anecdótico si no fuera porque hay más contradicciones en Matrix que ya no se pueden disimular.

Por ejemplo, los habitantes de la península ibérica somos los europeos con un déficit de vitamina D más alarmante, según noticias de esta misma semana. Disfrutamos de 2.500 horas de sol al año, pero los nórdicos acumulan más vitamina que nosotros en sus rubios y pálidos cuerpos. ¿Quién controla? ¿Quién maneja la bola?, que decía una canción de Hechos contra el Decoro. ¿Quién nos roba la vitamina D? ¿El mismo poder oculto que nos encarece las naranjas?

Las naranjas son más caras en España; tenemos déficit de vitamina D y el jefe de los Ultras Sur es fanático del Atlético de Madrid

Por si fuera poco, recuerdo haber leído que el último líder de los Ultras Sur, aquel grupo violento del Bernabéu, era hincha del Atlético de Madrid. Búsquenlo por Internet y comprueben la veracidad de la información. De manera que las naranjas son más caras en España; tenemos déficit de vitamina D y el jefe de los Ultras Sur es un fanático del Atlético de Madrid.

¿Y si las cosas no fueran tal y como se anuncian a primera vista? No estoy insinuando que Florentino Pérez sea en realidad del Barça ni Donald Trump un espía al servicio de México o Guatemala, ojo, pero pongamos, no sé, que Podemos no fuera tan feminista ni Vox tan patriota… O, por no irme a los extremos —y como mera hipótesis—, que Pedro Sánchez tuviera unos principios laxos y Feijóo frecuentara amistades turbias.

Juguemos al ajedrez con la vida. Encontremos los tres pies al gato. Eso sí, sin pasarse.

Un día llegó al limpiaparabrisas de mi coche el folleto publicitario de una asociación civil que aseguraba contactar continuamente con extraterrestres. Y por un módico precio nos convocaba a todos los interesados a una hora nocturna en un lugar recóndito de la sierra madrileña para un encuentro en la tercera fase, aunque advertía con sinceridad: “No se garantizan avistamientos”.

Esto es lo que diferencia una hipótesis conspiranoica de una sensata. En la 'conspiranoica' nada es garantizable porque su cogollo es el misterio, así se alimentan los cuentos de los que viven sus creadores. Sin embargo, la conjetura sensata es el primer paso para una indagación cuyo resultado expresa una relación causa-efecto, y entonces la conjetura deviene en teoría comprobable y relato cerrado. ¿Por qué el precio de las naranjas? Sin duda, hay una causa nada esotérica.

Y, mientras me pongo a averiguar, confío en que las naranjas alemanas que me ha regalado mi vecino no estén envenenadas (parece un hombre tan normal que ya no sé qué pensar, sinceramente).

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