El viaje de Luis desde la jubilación bancaria hacia la filantropía en Mozambique: "Este país es invisible a los ojos de Occidente"

Luis Álvarez, fundador y presidente de Fundación Ibo.
Luis Álvarez, fundador y presidente de Fundación Ibo.
CEDIDA
Luis Álvarez, fundador y presidente de Fundación Ibo.

Con una naturaleza frondosa, playas paradisíacas y arquitectura de herencia portuguesa, el distrito insultar de Ibo constituye en el norte de Mozambique uno de los enclaves más vírgenes del planeta. Un edén en la costa sudeste africana, de características paisajísticas y patrimoniales irrepetibles, que, sin embargo, sufre las mismas carencias de desarrollo que la mayor parte del continente a pesar de su potencial de crecimiento en términos de recursos y de población. 

Fueron estas particularidades de las islas las que enamoraron a Luis Álvarez cuando viajó hasta este archipiélago hace más de dos décadas. Recién jubilado del banco en el que trabajaba, quería canalizar el impulso altruista que sentía desde hacía años y poner en marcha un proyecto de cooperación y desarrollo en zonas que lo necesitasen. La proximidad cultural y lingüística de Mozambique, por su pasado como colonia portuguesa, y la mediación del gobernador de una provincia del país redundaron en la elección de este distrito como destinatario de su Fundación Ibo.

En el archipiélago, fundamentalmente en la isla de Ibo, han desarrollado diferentes proyectos con el objetivo de construir un mercado de bienes y servicios a base de pequeños negocios y permitir al distrito funcionar de manera autónoma y ver florecer su economía. "Al empezar, nos dimos cuenta de que había aspectos muy deprimidos, como la alimentación. Por eso, abrimos un centro nutricional. No es un comedor, sino un programa en el que entran madres y niños y aprenden las normas más básicas de higiene para preparar comidas equilibradas con los productos autóctonos", explica Álvarez, creador y presidente de la Fundación.

Instalaciones de la Fundación Ibo.
Instalaciones de la Fundación Ibo.
FUNDACIÓN IBO

Esta fue solo la primera piedra en la construcción de este ambicioso proyecto, que persigue intervenir de manera "holística" en la sociedad de la isla de Ibo, donde se concentra el 80% de las iniciativas. Al centro nutricional le siguió una escuela de oficios para potenciar profesiones con "una repercusión práctica en la isla" y para "formar y engrandecer la escasa bolsa de trabajo" existente hasta entonces, con la intención de complementar la "mala educación" pública.

"Cuando se consolidó esto hace cinco o seis años, retomamos nuestra idea inicial, que era abrir un hotel que sirviera de motor de la economía, dada la belleza y la virginidad del archipiélago. Nuestra voluntad era que los beneficios permitieran financiar otros proyectos, pero los brotes yihadistas en el norte del país nos obligaron a cerrarlo y a repensar nuestro plan", detalla Álvarez. Este revés les llevó a implantar nuevas estrategias, como desarrollar "una agricultura muy prominente", montar una carpintería y una empresa de construcción, fomentar la joyería y apostar por la apicultura y el comercio de miel

"En los últimos años se han producido ataques yihadistas, antes un ciclón... y nosotros nos quedamos. Seguimos apoyando a estas personas, porque somos parte de la comunidad"

Para convertir en realidad estos proyectos y llegar a funcionar de manera autosuficiente, la fundación necesita de momento financiación externa y cuenta con el apoyo de empresas de diferentes nacionalidades, fundamentalmente españolas y mozambiqueñas. Ahora, para conseguir más recursos y lograr que el país deje de ser "invisible a ojos de Occidente", apuestan por "entrar en el corazón de las compañías" y organizarles la responsabilidad social corporativa a cambio de inversión en sus iniciativas. No obstante, los particulares también pueden realizar su aportación para respaldar estos planes.

"Aprendizaje y cambio constantes"

Desde que la fundación desembarcó en Mozambique han pasado más de 20 años y, en este tiempo, se ha consolidado allí. Ahora bien, los inicios en el archipiélago no fueron fáciles. "En la primera época, había mucha desconfianza en África, hacia las ONG, hacia los blancos... Nos costó, pero logramos asentarnos a base de estar ahí. Últimamente se han producido ataques yihadistas, antes un ciclón... y nosotros nos quedamos. Seguimos apoyando a estas personas, diciéndoles que no nos marcharíamos porque somos parte de la comunidad. Hay quienes nos dicen que hacemos el trabajo que la Administración no llega a hacer", relata Álvarez.

Ana Rodríguez, a cargo de la fundación Ibo sobre el terreno.
Ana Rodríguez, a cargo de la fundación Ibo sobre el terreno.
CEDIDA

En Ibo, trabajando sobre el terreno, se encuentra Ana Rodríguez, que llegó a la isla en 2020 para dirigir el hotel de la fundación tras dejar su puesto de profesora de cocina en una universidad de hostelería de Barcelona. Desde entonces, y a pesar de que las instalaciones que iba a encabezar siguen cerradas, permanece en Mozambique al frente de todo el proyecto, con un equipo de unas 60 personas. "Estar aquí es un aprendizaje y un cambio constantes. Tienes que entender que todo puede variar de un momento a otro y debes renovarte todo el tiempo", añade.

Con un 40% de la población menor de 14 años, la fundación confía en el potencial de los más jóvenes para, una vez formados, sacar adelante estas iniciativas, que incluyen ese incipiente mercado de bienes y servicios. "Tienen que ser personas fuertes, bien alimentadas, educadas... y en eso trabajamos. Además, otro aspecto en el que nos centramos es en no ayudarlos solo a abrir sus negocios, sino en hacerles un seguimiento, enseñarles gestión financiera y apoyarlos en la comercialización de sus productos", profundiza el presidente de la fundación.

Perseverancia ante la adversidad

Sin embargo, la desconfianza inicial de la población local de Ibo dista de ser la mayor adversidad que los miembros de la fundación han tenido que afrontar en este tiempo. Un ciclón en 2019, que destruyó el 90% de las casas de la isla, amenazó con dar al traste con la labor realizada hasta entonces y los ataques yihadistas en las islas vecinas volvieron a hacer peligrar años de trabajo. No obstante, ninguno de estos riesgos quebrantó el compromiso de la fundación. Ni siquiera el de Ana, que apostó por quedarse y redoblar los protocolos de seguridad.

"Hay algo que nos ayuda a hacer las cosas bien y que es uno de nuestros grandes objetivos, que este trabajo sea replicable y llegue a otros lugares deprimidos"

"La inestabilidad es parte de este entorno y encuentras muchísimas dificultades, porque la administración resulta complicada y hay mucha corrupción. Además, hay que entender que todo va muy despacio y que los plazos son muy largos, pero las cosas salen si estás aquí. Ahora bien, cuando te paras y miras con retrospectiva, ves que realmente vale la pena y es muy gratificante", narra Rodríguez.

En total, en la actualidad viven en Ibo unas 30.000 personas, después de que haya duplicado su población a causa de las migraciones motivadas por la amenaza yihadista, y a ellos trata de llegar la fundación. "Me gusta pensar que todos, más o menos, son nuestros beneficiarios", reconoce Álvarez. No obstante, no solo en esta población el presidente, que revela uno de los alicientes para continuar con su esfuerzo: "Hay algo que nos ayuda a hacer las cosas bien y que es uno de nuestros grandes objetivos, que este trabajo sea replicable y llegue a otros lugares deprimidos".

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