Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Las mejor y peor vestidas de...

La joven actriz Clara Galle ('El internado. Las cumbres'), una de las sorpresas de la alfombra roja de los Feroz
La joven actriz Clara Galle ('El internado. Las cumbres'), una de las sorpresas de la alfombra roja de los Feroz
Europa Press/Getty Images
La joven actriz Clara Galle ('El internado. Las cumbres'), una de las sorpresas de la alfombra roja de los Feroz

La Manoli, la hija del Sietecojones, no se ha quitado las zapatillas de ir por casa desde que las compró en el mercadillo el día de los muertos del año de la nevada. En verano pisa la parte trasera y se le pueden ver los talones. En invierno las lleva cerradas y baja a comprar al Aro Rojo con las zapatillas puestas como si fuera a una boda. A veces, por aquello de las larguras, se puede ver por debajo de alguno de sus vestidos cómo asoma el ribete de la combinación. Tiene color champán, no por intención, sino por un uso de más de treinta años. La Manoli no es de mucho renovar.

La Flor, la hermana del tío Sacatripas, siempre ha sido muy suya para esto del vestir. Desde que descubrió los pantalones, que ya es descubrir, no se ha quitado unos de pana marrón de hombre que le hacen un bulto raro donde ya imaginan. Va estirada por la calle, se para en el felpudo del Aro Rojo y, como en un acto reflejo, se empuja el pantalón hacia adentro con la palma de la mano en la zona del bajo vientre. En invierno no lo hace tanto porque el abrigo le tapa el problema. Y a otra cosa.

La Benita, la madre del Sarramián, lleva unos vestidos de ciudad. Estampados y recios, fabricados con una tela de más enjundia y con un dibujo que parece más de señora importante y no el relleno de una silla de loneta para ir a pescar. Los días de fiesta se pone sobre los hombros una pieza de ganchillo que se ata con un cordoncillo a la altura del cuello. Parece una mesa camilla con su mantel, su tapete y su maceta, pero ella se cree la Elisabeth Taylor cuando mira muy por encima del hombro al pedir en el Aro Rojo cuarto y mitad de cualquier cosa.

Acaba de abrirle la puerta del Aro Rojo a su madre y, aunque ya no cumple los cincuenta, da gusto ver un mozo tan bien educado.

Al Marcialico, el hijo de la Mediatalega, le regalaron sus tías cuando cumplió los catorce años una pantaloneta gris de una tela parecida a la de las camisetas que daban con el Colacao, que llevaba el número veintitrés en una de las perneras, vaya usted a saber por qué. Como las tías eran agarradas y secas, se ve que al mozo le hizo la prenda tanta ilusión que no se la quitó ya más. Acaba de abrirle la puerta del Aro Rojo a su madre y, aunque ya no cumple los cincuenta, da gusto ver un mozo tan bien educado. Sí, lleva puesta la pantaloneta, aunque haga más frío que en un nevero. El número veintitrés aguanta, aunque ha perdido un poco de esa sombrica que hacen algunos números en las ropas de los deportistas.

Y el Félix, el empleado de la caja de ahorros, se cree el más elegante por llevar corbata, pero parece el espantajo de los melones. Le sobran hombros, solapas, botones y larguras. El dobladillo para él es un pastel de cabello de ángel, y lo de combinar los colores y los tonos es algo con lo que no ha acertado todavía y mira que ha tenido días. Se ha puesto, además, unos zapatos de punta para hacerse el moderno y va más apretado que las tuercas de un submarino. Antes regalaba sartenes, ahora hay que perseguirlo para que te actualice la cartilla. Somos un cromo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento