El año en que la guerra volvió a Europa: "Han cambiado las reglas del juego porque Putin ha roto el tablero"

GIF Guerra Ucrania
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José González
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"La guerra es lo que ocurre cuando fracasa el lenguaje". Esta frase de Mark Twain puede resumir, a grandes rasgos, lo que ha sucedido en el mundo en este 2022 que ahora acaba. No hubo lenguaje, sí palabras; no hubo calma, sino una invasión; no hubo luz, sino una oscuridad que ahora parece ir para largo. 2022 ha sido el año en el que la guerra volvió a Europa en forma de ofensiva de un país contra otro. De Rusia contra Ucrania. De Putin contra Volodimir Zelenski. Todo tiene nombre. Y todo lo que ha sucedido en estos últimos meses tiene, también, un espacio reservado en las páginas más importantes de los libros de Historia del futuro.

Los meses pasaron, las alarmas se fueron encendiendo y los avisos de enero se convirtieron en realidad en la madrugada del 24 de febrero. En torno a las cuatro. A oscuras. Vladimir Putin lanzaba su invasión sobre Ucrania devolviendo el escenario a más de lo vivido en 2014 y al mundo al panorama de un conflicto militar. El plan A era tomar Kiev, pero no salió. El B, el C o el D todavía no se conocen del todo bien, incluso pese a la anexión ilegal por parte de Moscú de las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, algo que hizo el pasado septiembre.

Álvaro de Argüelles, analista de geopolítica en El Orden Mundial, explica a 20minutos que 2022 representa "una continuidad con lo que ya hemos visto en el pasado porque no es la primera ofensiva rusa en el pasado reciente". Así, este año "no supone una ruptura" pero al mismo tiempo "es un punto de no retorno porque la relación de Estados Unidos y de la UE con Rusia se ha roto de tal manera que ya no es posible volver al statu quo de antes de la guerra". Hay cambios a casi todos los niveles. "Todo esto no quiere decir que estemos abocados a una guerra con Rusia, aunque los cambios que ha desencadenado este conflicto son irreversibles".

Para Argüelles, el 2023 será "un año de recrudecimiento de los combates". Ucrania tiene intención de "seguir recuperando territorios" que ha perdido desde febrero, y Rusia "mantiene su idea de grandes ofensivas". Además, Moscú por ejemplo sigue tratando de estrechar lazos por ejemplo con Irán e incluso se especula con una nueva movilización para el frente. "No hay indicios de que se quiera poner fin a la guerra, porque Putin es consciente de que unos resultados tan malos su imagen quedaría muy tocada. Seguiremos viendo una huida hacia adelante. Solo le queda seguir aumentando la tensión", sentencia el analista.

El dibujo que saca Argüelles en el nuevo mapa es que Estados Unidos sale ganando al "eliminar a Rusia como agente disruptivo en las relaciones internacionales". Obviando a Ucrania, en la lista de ganadores y perdedores del nuevo panorama Washington querría centrarse en el largo plazo "en el que es su verdadero rival estratégico: China". El analista confirma lo que ya se hace evidente: "La UE es la que más sufre, en gran medida por su modelo energético, diseñado por Alemania y basado en el gas barato ruso". En este punto, los países árabes, exportadores de petróleo y de gas están "ante su momento y pueden poner toda clase de condiciones. Saben que pueden poner las condiciones que quieran", y eso implica "que ya no se les mire con tanta presión la parte de los derechos humanos".

El frente militar derivó en otros muchos, entre ellos el humanitario. Desde el inicio de la invasión y según las cifras que maneja Acnur el dato de refugiados se ha elevado hasta más de 7,2 millones de personas. Polonia ha sido el país que más volumen ha recibido. Además, se han dado más de 12,6 millones de movimientos transfronterizos saliendo de Ucrania y unos 6,9 millones de ciudadanos se encuentran desplazados dentro del propio país, sobre todo de zonas neurálgicas para la guerra hacia otras donde los ataque son menores. Incluso antes de la invasión, avisan, Ucrania había estado sufriendo los estragos de años de conflicto e incertidumbre. "Casi tres millones de personas en Ucrania necesitaban ya ayuda humanitaria; entre ellas, más de 850.000 personas desplazadas por el conflicto" que se inició en 2014.

En este sentido, Júlia Codina, analista especializada en cooperación internacional y ayuda humanitaria, sostiene que aunque desde un punto de vista de la lógica del relato "sí podría tener sentido que se mantuviera" por ejemplo el apoyo militar a Ucrania, pero, matiza, "los países no están por la labor de mantener esa ayuda si no se hacen esfuerzos para una mediación". El problema de la mediación, sostiene, "es que se hace de manera muy secreta para prevenir presiones y poder encontrar un punto de acuerdo lejos del ruido". Con todo, la ayuda militar sine die no parece tener espacio más allá de la narrativa de puertas hacia fuera.

"La ayuda humanitaria está basada en las necesidades, no en la voluntad de los Estados", recuerda Codina. "Todo este cúmulo de ayuda militar y humanitaria en Ucrania no puede sostenerse para siempre", insiste, porque "nadie quiere una especie de crisis compleja como la que se está dando por ejemplo en Yemen". Los países europeos "son conscientes" además de que las "armas se usan para la guerra y la guerra es destructiva". En este punto, "el tema del desarme es muy complicado porque la manera en la que se están enviando es irresponsable: no hay un seguimiento de las mismas". Esto, de hecho, se puede convertir en un problema grave en el escenario posconflicto.

Un cerco contra Putin

El frente común contra Rusia se ha hecho firme con el paso de los meses, incluso pese a las dudas sobre cuánto aguantaría esa unidad. Al cierre del año se puede confirmar que el consenso, no sin roces, se mantiene, y una buena prueba de ello son las sanciones. En total, los aliados de Kiev han aprobado 9.108 desde el inicio de la guerra (a fecha del 20 de diciembre), según los datos recogidos por Correctiv. Estados Unidos es el país con más medidas en vigor, seguido del Reino Unido y de la Unión Europea. Es un cerco sobre Vladimir Putin que tendrá más efectos cuanto más tiempo pase; son herramientas pensadas para el medio y para el largo plazo.

En el caso de la UE ya van nueve paquetes de sanciones, centrados sobre todo en el frente económico, de intercambios comerciales, y no tanto en el energético. Porque esa es la criptonita del club comunitario. Los 27 -con el intento de boicot constante de Hungría- han abordado tanto el nivel económico como de desarrollo de Moscú, a nivel tecnológico o militar, así como las exportaciones clave para el Kremlin. Con la energía andan en cambio con pies de plomo: aún con esas se ha vetado parte del petróleo y del crudo rusos y se ha puesto un tope al precio. Al fin y al cabo, las sanciones son la herramienta más potente de poder blando con la que cuenta Occidente y más en concreto la Unión Europea.

María Vallés, doctora especializada en medidas restrictivas de la UE, desarrolla algunas claves. "Se espera que los efectos de las sanciones se agraven con el tiempo", argumenta, para recordar también que son "medidas muy complejas porque su configuración depende del tiempo, del objetivo, del ámbito al que afecte, de la persona a la que se sancione". Resulta evidente que su importancia en 2022 ha ido a más, sobre todo a medida que Occidente ha apretado las tuercas, pero Vallés aclara que "los objetivos de medio plazo todavía no se han cumplido, ni de lejos", y tampoco se sabe todavía "cómo se va a desarrollar la economía rusa porque puede tener cierta resiliencia buscando por ejemplo otros socios comerciales".

La resurrección de la OTAN... ¿y de la UE?

El 2022 permite varias lecturas que son complementarias. La guerra ha vuelto a Europa de una forma que no se recordaba al menos desde el conflicto en los Balcanes, y ese escenario ha servido para que la OTAN experimente una especie de resurrección. En 2019, el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró que la Alianza Atlántica estaba "en muerte cerebral", pero ahora la invasión de Putin, contra los cálculos del propio presidente ruso, le ha dado toda la vida, como se demostró precisamente en la cumbre celebrada en junio en Madrid. 

Rusia es la mayor amenaza para Occidente. Es es el resumen del Concepto Estratégico aprobado por la OTAN en esa reunión de alto nivel, el primero en los últimos diez años. La Alianza acusa a Moscú de haber "roto el orden de seguridad internacional". El mundo se ha vuelto más peligroso. "La competencia estratégica, la inestabilidad generalizada y los choques recurrentes definen nuestro entorno de seguridad más amplio. Las amenazas a las que nos enfrentamos son globales y están interconectadas", explica el concepto. "La OTAN seguirá cumpliendo tres tareas fundamentales: la disuasión y defensa; la prevención y gestión de crisis y la seguridad cooperativa", terminan. De la muerte cerebral a la necesidad imperiosa.

Ese electroshock también ha alcanzado de lleno a la Unión Europea y ha supuesto un cambio de era para el proyecto comunitario, tal como esgrime Daniel Gil, analista en The Political Room. "La UE, nos guste o no, siempre está en la cuerda floja", sostiene, al tiempo que recuerda que "siempre existe un cuestionamiento cuando llega una crisis". Esta vez no ha sido diferente. En todo caso, el proyecto europeo ha roto varios tabúes en 2022: el envío de armas a Ucrania, la acogida ilimitada de refugiados activando una norma que ya existía pero que estaba guardada en el cajón, paquetes económicos para Kiev e incluso la gran pregunta de si es el momento de abordar una reforma de los Tratados.

A esto hay que añadir además una transición energética acelerada para reducir la dependencia de Rusia, arrastrada por países como Alemania o Países Bajos. "El año lo que nos ha demostrado es que la UE ha demostrado una gran capacidad de resiliencia. No hablaría de refundación porque la Unión sí que es la misma, pero sí lo calificaría como el año del despertar", prosigue Gil. "La UE ha tenido que utilizar todas las herramientas que tiene a su alcance; no está usando nada que no pudiera usar antes, pero es ahora cuando ha actuado", concluye, y lo ve como algo positivo. De hecho, dentro de todos estos pasos el analista destaca uno: "Se ha mantenido la unidad. Es lo más relevante pese a que no implica ninguna política ni medida concreta".

Todo lo anterior ha abierto la cuestión de si la UE y la OTAN están preparadas para convivir en un mundo tan exigente y cambiante. En este sentido Gil opina que "hemos visto claro que la UE no puede desprenderse de Estados Unidos porque la Unión no puede depender de sí misma" en materia de Defensa. "La situación actual refuerza ese planteamiento". Pero por otro lado, añade, "se marca un momento decisivo en el que la Unión tiene que replantearse la relación con Washington. La UE no tiene que aumentar su independencia de Rusia; la UE tiene que aumentar su independencia de Rusia, de China o de EE UU. Y esto no es pasar al aislacionismo. EE UU es un aliado imprescindible, pero en algunos aspectos los intereses de la UE chocan" con los de la Casa Blanca.

Casi todo es relato

Todo lo anterior se envuelve de relato y de mediatización. Una invasión, una guerra, tiene que contarse. Y ahí la comunicación y las redes sociales juegan un papel decisivo. ¿Quién está ganando esa batalla? Sergio Príncipe, doctor en Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, argumenta que la batalla mediática también ha tenido y tiene mucha importancia. "Ha habido una estructura un poco de serrucho", expresa, porque esa cobertura mediática "no ha llegado a decaer del todo, pero sí ha habido picos y valles". Los primeros se ejemplifican con "los discursos nocturnos de Zelenski y la estrategia de aguantar, resistir y pedir ayuda a Occidente".

"Siempre ha habido unas constantes pero el marco acaba por agotarse", prosigue Príncipe que, además, hace una foto general comparando el escenario actual con el Euromaidán, en 2014. "Entonces había mucho desconocimiento, parecía una revuelta más de las muchas que podía haber en un país donde Rusia puede hacer su papel de siempre. Ahí se hacen lecturas un poco tardías", resume el profesor, que ve aquello como "una burbuja que no entendíamos". Pero en la actualidad eso ha cambiado.

El 2022 ha evidenciado, dice, que "en Ucrania hay una serie de filtraciones o grietas que nunca se han llegado a suturar". Con todo, el momento histórico hace ochos años "era otro". Ahora nos lo encontramos "al alcance de la mano". Príncipe resume esta parte en que "la invasión ha cambiado la rutina de las relaciones con Rusia y eso lo vemos". Y de hecho, añade, "es ahora cuando estamos empezando a revisar, por ejemplo, lo que hizo Merkel cuando era canciller". El año que se acaba ha "cambiado las reglas del juego porque Putin ha roto el tablero", aunque eso no debe hacer olvidar otros puntos como "las crisis por corrupción" que había tenido que afrontar el partido de Zelenski. Eso también es parte del choque informativo. "Ahora tenemos todos los ingredientes que se llevan la atención mediática. Los medios han podido reivindicarse", termina Príncipe. Veremos dónde se pone el foco en 2023.

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